viernes, 7 de diciembre de 2012

Hannibal (O de la Bestia y la Bella, desde el otro lado del espejo)


Finalmente, terminé de digerir mentalmente “Hannibal” la novela de Thomas Harris.

Como suele sucederme, realicé el proceso a la inversa: primero vi la película (Ridley Scott, 2001) en el cine, un año más tarde el DVD con los comentarios del director, y por último me remití a la fuente literaria original, (2ª edición, 1999; publicada por Random House Mondadori).


Desde el lanzamiento y promoción de la película, me enteré de que había controversia, pues la actriz (Jodie Foster) quien representó a la heroína de la novela (“Clarice Starling”) en la versión cinematográfica de El silencio de los Inocentes, había declinado reencarnar al personaje, pues Foster argumentó que el final de la saga “traicionaba la esencia del personaje”.

Y fue eso precisamente, el investigar las diferencias entre la novela original y su adaptación para la pantalla grande, lo que me motivó a examinar el texto de T. Harris. Ahora, que he dado vuelta a la página final, entiendo la “indignación” de Jodie ante el macabro e inesperado destino que le espera a la “Agente Starling” a manos del aterradoramente educado “Dr. Lecter”.

Aunque “Hannibal” se puede considerar una secuela de “El Silencio de los Corderos”, el tono de “Hannibal”, es más gótico y perverso que su predecesora (más en el tono de thriller psicológico). Ahora, nos enfrentamos a seres verdaderamente perversos y ruines. Y a una detective que poco a poco, pasa de ser heroína a damisela en desgracia, salvada por el propio monstruo que intentaba atrapar, de las garras de un siniestro personaje que de tan malvado, raya en la caricatura rocambolesca.


Ah, y para la cereza del pastel: aparece un escritor-narrador que se atreve a hablarnos a nosotros, los lectores, invitándonos a conocer el mundo de Hannibal Lecter, rompiendo la cuarta pared de la imaginación. Pocos escritores logran hacerlo con maestría. Y más cuando el libro cierra con esa vocecita de Narrador de Disneylandia Gótica: “Podemos estar contentos de seguir vivos después todo lo que hemos visto.”

Tal vez dicho recurso de “rompimiento del discurso narrativo” fue empleado a propósito, dado el controversial final al que nos vemos arrastrados, al aceptar esta especie de danza con el demonio (implícita en cada relato de horror). Vamos de un mundo “normal, racional” hasta quedar inmersos en la vorágine devoradora de los horrores del inconsciente de los dos personajes que sobreviven a una orgía de evisceramientos, instrumentos de tortura y sesos cocinados.

Nuevamente, llama la atención el interés del autor por plagar esta entrega, de personajes con distintas parafilias sexuales, desde las aceptadas socialmente hasta las que provocan náuseas a los seres humanos decentes y de buena conciencia. 


Interesante que en el mundo actual, tan “open mind” un autor logre hacernos reaccionar emocionalmente ante una de las desviaciones sexuales más indignantes: la pedofilia. Con esa obsesión en mente, es que Mr. Harris crea a un personaje más malvado y más cruel que Lecter: “Mason Verger”, quien bebe martinis preparados con las lágrimas de los niños a los que maltrata sicológicamente. Un ser que se alimenta, literalmente, del llanto de los demás. Como de cuento de los hermanos Grimm, pero en la época post-moderna.


Por otro lado, Es de todos conocido que Mr. Harris tiene una segunda obsesión, la cual seguramente ayudó en la elaboración del personaje del Dr. Lecter: la gastronomía. Demasiada alta cocina para mi gusto, pero es un libro “aspiracional” en ese sentido. “Cocinando con el Dr. Lecter” podría ser un spin off para los insípidos programas matutinos de la TV del fin de semana. Y por cierto, consultando la Internet Movie Data Base, me acabo de enterar que ya está en postproducción la serie de TV.

Cuenta la leyenda, que el final cinematográfico fue discutido a puerta cerrada en la habitación de un hotel con la participación del director (Scott), el escritor (Harris) y los dos actores (Mrs. Juliane Moore Y  Sir Anthony Hopkins). Se grabaron tres finales y los estudios se sometieron los resultados de los “screenings” para dictaminar el final más vendible. Obvio, en la versión autorizada es donde… bueno, no se las cuento para no arruinar la sorpresa. Digo, si es que alguien, todavía no sabe en qué termina el filme.

Lo único que yo le hubiera añadido tanto a la novela como a su adaptación cinematográfica es (lo siento, soy muy melodramático) es que Hannibal Lecter se contagia del Síndrome de la Vaca Loca, por andarse comiendo los sesos de cierto burócrata del FBI que le hacía la vida imposible a Clarice.

P.D. No es bueno identificarse siempre con la protagonista femenina de una novela, y menos si nos adentramos en el género gótico.