sábado, 16 de diciembre de 2017

Despojo

Imagina que llegas a tu casa después de 5 meses de ausencia... la puerta está abierta y al parecer no hay nadie adentro. Pasas el umbral y te quedas estupefacto al ver que el amueblado no tiene nada que ver con el que recordabas.
Tus fotos familiares no están en las paredes. Tu comedor ha desaparecido con todo y vitrina. Piensas en el librero donde guardas las obras que tanto trabajo te ha costado adquirir, los CD's y DVD's originales que has coleccionado a lo largo de los años. No están los libreros ni tus libros. ¿Te equivocaste de casa acaso?
Hay dos muebles que reconoces, donde tu madre y la abuela y tu hermano guardan sus ropas; abres los cajones, las puertas del clóset. Estan vacíos.
Descubres que la recámara donde dormían la abuela y tu mamá ha sido reacondicionada como sala de estar. Una televisión de pantalla plana ocupa el lugar, muy acogedor de donde estaba la tele viejita con su adaptador digital.
Y lo más importante: el altarcito donde sabes que descansaban las cenizas de la abuela, no está. Ni la urna. Alguien puso un microondas que no reconoces en su lugar.
Pruebas la llave de entrada y te percatas que ya no funciona; tampoco la de la entrada trasera.
Ves que a lo lejos que viene un pariente, un primo diez años menor que tú, con cara de matón de pueblo; trae algo detrás de la espalda. Hay rumores de que anda empistolado. Sientes que tal vez es el final.
Pero es un grueso pedazo de madera lo que trae consigo. Rompe el cristal y desatornilla el pestillo que tú previsoramente giraste.
- Esto es propiedad privada, ¿te sales o te saco? - me dice, mientras me graba con su celular, usando la otra mano.
- ¿Por qué haces esto? - le pregunto a la cámara.
- Estás invadiendo mi propiedad. Última advertencia.
- Vete al carajo... - y de un manotazo le tiro el celular.
- ¡Recoge mi celular! - ordena el otro.
- ¡Ni madres! ¡Esta es mi casa, de mi madre y mi hermano!
Y sin más se me avienta el Axayacatl para tirarme al piso y sacarme a jalones de mi propia casa.
Y no, no es cuento bizarrro. Es un caso de la vida real.

Ya es lugar común...

Ya es casi lugar común decir que en este país (México) te pueden eliminar de forma selectiva o desaparecer sin dejar rastro, simplemente por decir la verdad o intentar desenmascarar la falsedad y que mucho de ello forma parte de la represión del narcoEstado...
...pero cuando es tu propia familia la que te quiere ver muerto o en la cárcel por apoderarse de un simple terreno y una casita, te das cuenta con tristeza y coraje hasta donde se ha descompuesto el tejido social.

El Vigilante

Era de noche. Ángel, el vigilante, dormitaba. En eso, escuchó los ladridos de Laika, la perrita pitbull que le ayudaba a cuidar el taller, que en esos días se encontraba en remodelación y por tanto, le habían quitado la malla de alambre que rodeaba el terreno.
Era un terreno prácticamente en el borde del municipio, justo al lado de una carretera mal llamada periférico; aparte del local, sólo había invernaderos alrededor.
Los ladridos de Laika a las 9:20 pm le indicaron a Ángel de la presencia de extraños. El joven se asomó y vio a 3 individuos a bordo de un auto algo viejo y descuidado.
- Oye, tú... - le gritaron - ¿Tienes agua? Es que está muy caliente el radiador del carro.
- No, aquí no hay agua - respondió Ángelo.
Entonces uno de los hombres se acercó, traspasando el límite de la acera y el taller. La perra estaba encadenada y ladró con más intensidad.
- ¿Es o no es? - Preguntó uno de los que se quedaron en el auto.
- Sí es - respondió el otro hombre, al tiempo que sacaba su arma y apuntaba hacia la frente del vigilante. - ¡Policía judicial! ¿Qué haces durmiendo aquí, cabrón? ¿Vendes droga, verdad?
- Soy el vigilante.. Y están invadiendo propiedad privada - respondió Ángel, mientras trataba de sacar su celular y regresar a su camastro donde tenía escondido su machete.
- Pus ya tráetelo y lo llevamos al canal.
- Ya te pusieron el dedo, hdtpm.
Ángel abrió los ojos de tal manera, viendo como si algo detrás del supuesto judicial estuviera a punto de atacarlo. El hombre de la pistola volteó y Ángel aprovechó para echar a correr a grandes zancadas.
Pero no fue suficiente, el hombre de la pistola 9 mm corrió hasta alcanzarlo, le dio un empujón al vigilante y lo tumbó al piso.
- Esto es para que ya le bajes de una vez por todas a tu pedo... te lo manda decir "el inge".
Y el pseudo policía disparó casi a quemarropa sobre el cuerpo de Ángel, a la altura del mentón. El ruido del balazo retumbó por todo el lugar, de forma escandalosa. Los perros de alrededor empezaron a ladrar, desesperados. El joven vigilante quedó inerme en el piso mientras se formaba rápidamente un charco de sangre.
Los 3 sujetos huyeron con rumbo desconocido. Unos momentos después, Ángel comenzó a despertar del impacto recibido, en parte noqueado, y con un intenso y punzante dolor que crecía a cada momento.
Ángel sólo acertó a marcar un número en su celular. El único que tenía de emergencia.
- Me acaban de disparar - dijo con voz apagada - Ven rápido.
- ¿Qué? ¿Dónde estás? - respondí, sin dar crédito a lo que escuchaba.
- En el taller. Apúrate. - Y la comunicación se cortó.
Fue entonces cuando salí corriendo de la casa, rumbo al taller, que no quedaba tan lejos; diez minutos en auto a lo mucho. En el camino marqué el 060 y pedí una patrulla y una ambulancia.
Porque el que me llamó fue Ángel, mi hermano. Y el que llegó al área donde ya había seis patrullas y los paramédicos, fui yo.
Y es una historia de la vida real. Ocurrió hace dos semanas. Yo no creo en las coincidencias. Y ustedes saben los antecedentes a este trágico suceso.