Era de noche. Ángel, el vigilante, dormitaba. En eso, escuchó los ladridos de Laika, la perrita pitbull que le ayudaba a cuidar el taller, que en esos días se encontraba en remodelación y por tanto, le habían quitado la malla de alambre que rodeaba el terreno.
Era un terreno prácticamente en el borde del municipio, justo al lado de una carretera mal llamada periférico; aparte del local, sólo había invernaderos alrededor.
Los ladridos de Laika a las 9:20 pm le indicaron a Ángel de la presencia de extraños. El joven se asomó y vio a 3 individuos a bordo de un auto algo viejo y descuidado.
- Oye, tú... - le gritaron - ¿Tienes agua? Es que está muy caliente el radiador del carro.
- No, aquí no hay agua - respondió Ángelo.
Entonces uno de los hombres se acercó, traspasando el límite de la acera y el taller. La perra estaba encadenada y ladró con más intensidad.
- ¿Es o no es? - Preguntó uno de los que se quedaron en el auto.
- Sí es - respondió el otro hombre, al tiempo que sacaba su arma y apuntaba hacia la frente del vigilante. - ¡Policía judicial! ¿Qué haces durmiendo aquí, cabrón? ¿Vendes droga, verdad?
- Soy el vigilante.. Y están invadiendo propiedad privada - respondió Ángel, mientras trataba de sacar su celular y regresar a su camastro donde tenía escondido su machete.
- Pus ya tráetelo y lo llevamos al canal.
- Ya te pusieron el dedo, hdtpm.
- Ya te pusieron el dedo, hdtpm.
Ángel abrió los ojos de tal manera, viendo como si algo detrás del supuesto judicial estuviera a punto de atacarlo. El hombre de la pistola volteó y Ángel aprovechó para echar a correr a grandes zancadas.
Pero no fue suficiente, el hombre de la pistola 9 mm corrió hasta alcanzarlo, le dio un empujón al vigilante y lo tumbó al piso.
- Esto es para que ya le bajes de una vez por todas a tu pedo... te lo manda decir "el inge".
Y el pseudo policía disparó casi a quemarropa sobre el cuerpo de Ángel, a la altura del mentón. El ruido del balazo retumbó por todo el lugar, de forma escandalosa. Los perros de alrededor empezaron a ladrar, desesperados. El joven vigilante quedó inerme en el piso mientras se formaba rápidamente un charco de sangre.
Los 3 sujetos huyeron con rumbo desconocido. Unos momentos después, Ángel comenzó a despertar del impacto recibido, en parte noqueado, y con un intenso y punzante dolor que crecía a cada momento.
Ángel sólo acertó a marcar un número en su celular. El único que tenía de emergencia.
- Me acaban de disparar - dijo con voz apagada - Ven rápido.
- ¿Qué? ¿Dónde estás? - respondí, sin dar crédito a lo que escuchaba.
- En el taller. Apúrate. - Y la comunicación se cortó.
Fue entonces cuando salí corriendo de la casa, rumbo al taller, que no quedaba tan lejos; diez minutos en auto a lo mucho. En el camino marqué el 060 y pedí una patrulla y una ambulancia.
Porque el que me llamó fue Ángel, mi hermano. Y el que llegó al área donde ya había seis patrullas y los paramédicos, fui yo.
Y es una historia de la vida real. Ocurrió hace dos semanas. Yo no creo en las coincidencias. Y ustedes saben los antecedentes a este trágico suceso.
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