miércoles, 21 de noviembre de 2012
Same Gender Love in the Middle East, versus West.
Khalil & Manjun (a memoir)
by Rahal Eks
This is a true story about a man from Egypt, a Muslim that... Hey, wait! This book is not about neither terrorism nor secret double agents adventures: this is a tale of looking for love, losing it and recovering from it, picking up the remains of the soul after the ground shaking revelation of a secret; and if you have wondered if there are gay Muslims out there... Yes, they do exist, despite fake marriages and homophobia in the Middle East.
Our narrator walks on the path of the Sufi tradition, and has already fallen in love with another man. At first sight this story could be labeled as the "Romeo and Juliette - Arab gay version" but it goes further, because it shows to us a new and fresh point of view about relationships, since our hero repairs his broken heart through spiritual healing.
If you are tired of reading novels about arabesque cliches plotting taking over the world, this book is for you. "Khalil & Majnun" will show you a landscape about the very different approach towards love and friendship in the Middle East, versus West.
This is the journey of a soul that has chosen the mystical Sufi path to know itself; and you don't need to be Muslim to understand the beauty of being in love and the pain of suffering it; besides, this memory has the flavor of a dream coming from the Middle East.
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Hussein & The Nomad
by Rahal Eks
The handling of the issues of heart and mind
In "Hussein & the Nomad" we have an inside view of the colloquial and daily routine of an Egyptian Muslim man; a gay Arab whose live has nothing to do with mad jihadists, but with colorful and spiritual people. The author paints an interesting landscape of hetero and homosexual Middle East dating and mating folklore; in this journey, the reader will discover that same gender love has been present since ancient times in the Arab world, but in a more subtle, non blatantly way, as in the Western side.
Our narrator takes us on a "tour de force" as he works in the movie business, where big or low budget films converge, looking for the "Moroccan type" of actors and locations for historical movies (usually told from the Western perspective point of view). Besides, we have a glimpse in the intimacy world of Mr. R, who in full and fun disclosure shares with us his love adventures, flings, "quickies" and affairs, all of this interleaved with his spiritual initiation on the Sufi path.
This is the kind of book that reads with delight as we are introduced in a world that could be exotic to many people, but there is a point when the reader will ask himself that maybe we, the westerners, are "the others". Mr. R. does a statement in a very clever way through his memoir: the handling of the issues of heart and mind is very different between Western and Middle East.
When Hussein (the second main character), appears, Mr. R believes that happiness is just around the corner... and a bad omen shows and weird things begin to happen; by then, all the meaningful relationships to Mr. R will be tested and people will show their true colors when our brave narrator finds out the truth about something about a disease that could destroy his body, soul, and those who he had loved.
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sábado, 17 de noviembre de 2012
El Silencio de los Inocentes (o del problema de escribir un thriller políticamente correcto).
Al final de la década de los
ochentas, uno de mis pasatiempos era deambular en las librerías de “la tienda
de los tecolotes” para sentirme (al menos, imaginariamente) al tanto de las
tendencias de la moda intelectual light.
Desde entonces ya tenía esa obsesión por encontrar “la fórmula” que hace de una
novela, un best-seller.
En aquellos años, como no tenía tanto dinero para comprar esos libros, me
conformaba con leer las frases de la contratapa y las solapas. Una de las
primeras publicaciones que me encontré, fue precisamente, la novela de Thomas
Harris El Silencio de los Corderos. “Suena interesante”, pensé en aquel entonces.
Poco después, recuerdo que cuando
se estrenó la adaptación cinematográfica de esta novela, como El Silencio de los Inocentes (1991,
dirigida por Jonathan Demme), había
espectaculares en el metro y muchos spots televisivos promocionando la novela
como la película del año. Nuevamente, no pude ver su estreno en el cine porque
mis recursos eran bastante limitados en aquel entonces. Tampoco sabía que parte de la imagen del póster
contenía un elemento pictórico fotográfico, creación del mismísimo Salvador
Dalí.
Ya después, con la
democratización de las películas en VHS, fue la primera vez que tuve acceso a
esta película. Luego la pude volver a ver en DVD con los comentarios de director, ya con otra perspectiva.
Fue apenas hasta hace poco
terminé de leer la novela original. Imposible imaginar ya la narración sin la
presencia de Anthony Hopkins y Jodie Foster en sus respectivos papeles. Y
aunque la lectura del libro es “disfrutable” y se entiende más a fondo la
psicología de los personajes, hay recursos que hacen a la película mucho más
impactante.
Dos de dichos recursos
cinematográficos utilizados que pocos directores se atreven a utilizar, son los
personajes principales (Lecter, Clarice, y Búfalo Bill) mirando (o bailando) en
dirección a la cámara (es decir, directamente al espectador), logrando un
profundo impacto emocional. Digo, que un par de psicópatas te miren
directamente a los ojos, interpretados magistralmente por sus respectivos
actores, es algo que logra infundir temor, miedo y al final, terror. Esa
sensación de que entre “los maniáticos” y nosotros solo nos separa una delgada
barrera de cristal, es algo que pocas películas logran sin romper con la convención de la cuarta pared.
Sin embargo, he de confesar que
el último acto de la película (y especialmente el final) me parecieron mucho
más espeluznantes (y por tanto, emocionantes) que los capítulos finales de la
novela. Ahí es donde se nota el oficio de un buen adaptador (Theodore Tally) aunado
a la efectiva concepción escénica del director.
La anécdota que más llamó mi
atención, sobre todo a la hora de estar enfrascado en la lectura de la novela,
fue la insistencia literaria de Mr. Harris en “ser políticamente correcto” con
la comunidad LGBTTIM al intentar dejar claro que el villano a cazar de la
historia “Búfalo Bill” no es un travesti
o transexual “común y corriente”, sino un ser que ha traspasado ese límite,
llevándolo a un territorio de demencia y alienación mucho más allá del simple
ser una “loca desatada”. Y lo logra con mucha precisión, aunque con poca
sutileza.
Mientras tanto, en México…
Desde la publicación de la
novela, en 1998 hasta la actualidad, México (en un proceso de triste descomposición
hacia la anomia psicosocial) ha generado sus propios asesinos seriales: “El
Goyo” Cárdenas, “La Mataviejitas” ‑cuyo apodo en el ring era La Dama del Silencio(!)‑, el “MataGays” y el ya
infame (literariamente hablando) “Poeta Caníbal”.
¿Algún día veremos una buena y emocionante adaptación de estos “psicópatas de
la vida real”? ¿Se inspiró alguno de ellos en los personajes ficticios producto
de la mente de Thomas Harris?
Casi por último, la incógnita
moralígena que siempre va implícita en los mensajes de los medios masivos de
comunicación (en este caso, el cine): ¿qué tipo de valores o antivalores
estamos insertando de “contrabando” en nuestro inconsciente colectivo al
producir, promocional y ver este tipo de historias?
Yo recuerdo, cuatro películas
mexicanas sobre asesinos seriales: “Asesino en Serio” (¡obvio!), "Días de Combate", “Profundo Carmesí” y “Ensayo de un Crimen”. ¿Ustedes recuerdan alguna otra?
Ah, y no se olviden de ver la parodia italiana llamada “El Silencio de los Indecentes”.
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viernes, 2 de noviembre de 2012
Contador Geiger, 20 años después.
Aprovechando
estos días “feriados”, me di a la tarea de revisar una misteriosa caja con
libros, que por alguna razón estaba sin abrir, producto de alguna mudanza no
muy reciente.
Empecé a ver los algo “viejos” y apolillados libros, algunos de
ellos ya medio deformados por la humedad, otros con las páginas pegadas.
Mientras los hojeaba, descubría que varios pertenecían a mi época de estudios
preparatorianos: ya saben, de ciencias básicas, uno que otro de humanidades,
diccionarios de sinónimos y antónimos… etc.
Sin
embargo, uno de ellos acaparó mi atención, pues había un separador plastificado
entre las páginas de uno de ellos; es decir, hace aproximadamente 20 años,
había empezado la lectura de ese libro, pero por alguna razón ya no terminé de
leerlo. Es un libro titulado El Estado
Nuclear, de un físico llamado Robert Jungk.
Supongo que no era “casualidad”,
sino más bien “causalidad” que me topara con esta publicación justo cuando
acabo de reseñar El libro Negro de las
Marcas, y estoy por leer el de Fair
Game (sí, en el que se basaron para adaptar al cine la película “Juego de
Traiciones” o “Caza a la Espía”, con Naomi Watts y Sean Penn en los roles
estelares.)
Retomar
esta lectura interrumpida hace 20 años, de un libro publicado hace 3 décadas,
fue literalmente, un “viaje en el tiempo”; pues este libro de R. Jungk, fue
escrito en 1977, antes de la caída del muro de Berlín, la ruptura de la Unión
Soviética, la boda de Lady Di y por supuesto, el (no tan) misterioso y trágico 9/11.
Destaca
la a veces, idealista y otras veces francamente marxista narración en torno a
los hechos de la época, cuando las centrales nucleares (como la que da vida al
Springfield de los Simpson) eran el tema y el temor en boga. Sin embargo,
aparte del contexto históricos social en que fue escrito “El Estado Nuclear”,
cabe destacar que hay temores que o bien ya se han cumplido (cual novela de
ciencia ficción) o estamos precisamente al borde de presenciarlos.
Si
alguien encuentra esta joya del periodismo de investigación, se los recomiendo.
Soslayando el tiempo y forma en que fue publicado (Ed. Grijalbo, Serie
Crítica). Tal vez, sin proponérselo, el autor (cuya intención era dar la voz de
alarma ante una amenaza que desafortunadamente se sigue cerniendo ominosa e
inexorablemente sobre la humanidad), nos lleva a momentos con golpe dramático
incluido, que o conmueve por su inocencia ante el clamor de un mundo “libre del
yugo atómico” o que nos llena de escalofríos al ver que sus aparentemente paranoicos
temores, ya están aquí y ahora, a la vuelta de la esquina.
Simplemente,
sustituyamos la palabra “Estado” por “Corporativo”, pongamos en contexto los
hechos del libro… Y nos daremos cuenta que Mr. R. Jungk hace casi 40 años lanzó
al mundo una advertencia que no debemos dejar de escuchar, por anacrónica e
idealista que parezca.
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