Tengo ganas de escribir una historia de la vida real sobre una mujer de la tercera edad, que es acosada por un sobrino ambicioso y resentido, que se mete a la casa de su tía a amenazarla, estando ella sola; que le corta el servicio eléctrico de forma aleatoria sabiendo que su insulina siempre debe estar refrigerada.
Y que todo lo que hace para amedrentarla es porque quiere forzarla a vender la casita y el terreno que le hacen falta, pues el sobrino ambiciona quedarse con todo lo que está a su alrededor, pues cree que todo le pertenece por derecho divino .
Y quisiera decir que esa mujer de la tercera edad es mi propia madre. Y que las autoridades respectivas nos tratan como ciudadanos de segunda cuando acudimos a denunciar el maltrato.
Y que recurro a este medio para dar fe de que si hay alguien que más puede lastimarte y/o joderte, es tu propia sangre.
Escritor soy, y amargamente estoy descubriendo cuan oscura puede ser el alma humana, cuan profundamente retorcida y siniestra puede ser la parentela.
El hombre es el lobo del hombre, sin duda. Sólo una tengo una cosa por segura: la vida es como un restaurante: NADIE se va sin pagar.
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