Hoy recuerdo con ternura un evento que nunca falta en cualquier producción que se respete de pertenecer a la empresa: la misa de inicio de grabaciones.
Casi todas a las que acudí, eran oficiadas por un sacerdote católico muy cool, ya fallecido desafortunadamente a los cincuenta y tantos de una pulmonía.
También era el asesor religioso para las cuestiones de su ramo en las telenovelas.
Sin embargo, y ésa fue la última misa a la que yo asistiría, el párroco corporativo nos deseó buena suerte y bendiciones al equipo en la "aventura que emprenderíamos hacia la toma de conciencia por la diversidad".
"Wow", yo pensé; "que párroco tan padre"; pero lo que vino a continuación me dejó un poco desconcertado: Para que la prensa pudiera tomar fotos de los artistas comulgando, ¡nos roció con agua bendita y absolvió a todos en ese mismo instante, sin necesidad de confesión previa!
¡Que Teología de la Liberación ni que nada, esto ya era la vanguardia! Y el equivalente de que los ángeles enviados a destruir Sodoma y Gomorra concluyeran que los habitantes de dichos pueblos merecieran "una segunda oportunidad".
Todos los que me conocen en persona saben que no soy un angelito ni nada parecido y que de pecados mortales está lleno mi oscuro pasado; Sin embargo yo fui el único que no pasó a comulgar.
Esa vez, para mi conciencia, fue demasiado. Además, a mí no me iban a tomar ninguna foto para la Revistas especializadas en el ambiente. Lo que me llamó la atención fue ver tanto poder divino de parte del sacerdote, para bendecir a tanto pecador redimido y arrepentido.
Supongo que todos los de esa producción, captaron el mensaje y a partir de ese momento retomaron la senda del bien en sus vidas privadas.
Pero para mí, esa fue la gota que derramaría el vaso; pocos meses después abandoné el catolicismo, y esa novela.
Y no, no me volví Testigo de Jehová ni Protestante (más bien protestón).
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