viernes, 7 de diciembre de 2012

Hannibal (O de la Bestia y la Bella, desde el otro lado del espejo)


Finalmente, terminé de digerir mentalmente “Hannibal” la novela de Thomas Harris.

Como suele sucederme, realicé el proceso a la inversa: primero vi la película (Ridley Scott, 2001) en el cine, un año más tarde el DVD con los comentarios del director, y por último me remití a la fuente literaria original, (2ª edición, 1999; publicada por Random House Mondadori).


Desde el lanzamiento y promoción de la película, me enteré de que había controversia, pues la actriz (Jodie Foster) quien representó a la heroína de la novela (“Clarice Starling”) en la versión cinematográfica de El silencio de los Inocentes, había declinado reencarnar al personaje, pues Foster argumentó que el final de la saga “traicionaba la esencia del personaje”.

Y fue eso precisamente, el investigar las diferencias entre la novela original y su adaptación para la pantalla grande, lo que me motivó a examinar el texto de T. Harris. Ahora, que he dado vuelta a la página final, entiendo la “indignación” de Jodie ante el macabro e inesperado destino que le espera a la “Agente Starling” a manos del aterradoramente educado “Dr. Lecter”.

Aunque “Hannibal” se puede considerar una secuela de “El Silencio de los Corderos”, el tono de “Hannibal”, es más gótico y perverso que su predecesora (más en el tono de thriller psicológico). Ahora, nos enfrentamos a seres verdaderamente perversos y ruines. Y a una detective que poco a poco, pasa de ser heroína a damisela en desgracia, salvada por el propio monstruo que intentaba atrapar, de las garras de un siniestro personaje que de tan malvado, raya en la caricatura rocambolesca.


Ah, y para la cereza del pastel: aparece un escritor-narrador que se atreve a hablarnos a nosotros, los lectores, invitándonos a conocer el mundo de Hannibal Lecter, rompiendo la cuarta pared de la imaginación. Pocos escritores logran hacerlo con maestría. Y más cuando el libro cierra con esa vocecita de Narrador de Disneylandia Gótica: “Podemos estar contentos de seguir vivos después todo lo que hemos visto.”

Tal vez dicho recurso de “rompimiento del discurso narrativo” fue empleado a propósito, dado el controversial final al que nos vemos arrastrados, al aceptar esta especie de danza con el demonio (implícita en cada relato de horror). Vamos de un mundo “normal, racional” hasta quedar inmersos en la vorágine devoradora de los horrores del inconsciente de los dos personajes que sobreviven a una orgía de evisceramientos, instrumentos de tortura y sesos cocinados.

Nuevamente, llama la atención el interés del autor por plagar esta entrega, de personajes con distintas parafilias sexuales, desde las aceptadas socialmente hasta las que provocan náuseas a los seres humanos decentes y de buena conciencia. 


Interesante que en el mundo actual, tan “open mind” un autor logre hacernos reaccionar emocionalmente ante una de las desviaciones sexuales más indignantes: la pedofilia. Con esa obsesión en mente, es que Mr. Harris crea a un personaje más malvado y más cruel que Lecter: “Mason Verger”, quien bebe martinis preparados con las lágrimas de los niños a los que maltrata sicológicamente. Un ser que se alimenta, literalmente, del llanto de los demás. Como de cuento de los hermanos Grimm, pero en la época post-moderna.


Por otro lado, Es de todos conocido que Mr. Harris tiene una segunda obsesión, la cual seguramente ayudó en la elaboración del personaje del Dr. Lecter: la gastronomía. Demasiada alta cocina para mi gusto, pero es un libro “aspiracional” en ese sentido. “Cocinando con el Dr. Lecter” podría ser un spin off para los insípidos programas matutinos de la TV del fin de semana. Y por cierto, consultando la Internet Movie Data Base, me acabo de enterar que ya está en postproducción la serie de TV.

Cuenta la leyenda, que el final cinematográfico fue discutido a puerta cerrada en la habitación de un hotel con la participación del director (Scott), el escritor (Harris) y los dos actores (Mrs. Juliane Moore Y  Sir Anthony Hopkins). Se grabaron tres finales y los estudios se sometieron los resultados de los “screenings” para dictaminar el final más vendible. Obvio, en la versión autorizada es donde… bueno, no se las cuento para no arruinar la sorpresa. Digo, si es que alguien, todavía no sabe en qué termina el filme.

Lo único que yo le hubiera añadido tanto a la novela como a su adaptación cinematográfica es (lo siento, soy muy melodramático) es que Hannibal Lecter se contagia del Síndrome de la Vaca Loca, por andarse comiendo los sesos de cierto burócrata del FBI que le hacía la vida imposible a Clarice.

P.D. No es bueno identificarse siempre con la protagonista femenina de una novela, y menos si nos adentramos en el género gótico. 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Same Gender Love in the Middle East, versus West.


Khalil & Manjun (a memoir)
by Rahal Eks

This is a true story about a man from Egypt, a Muslim that... Hey, wait! This book is not about neither terrorism nor secret double agents adventures: this is a tale of looking for love, losing it and recovering from it, picking up the remains of the soul after the ground shaking revelation of a secret; and if you have wondered if there are gay Muslims out there... Yes, they do exist, despite fake marriages and homophobia in the Middle East.



Our narrator walks on the path of the Sufi tradition, and has already fallen in love with another man. At first sight this story could be labeled as the "Romeo and Juliette - Arab gay version" but it goes further, because it shows to us a new and fresh point of view about relationships, since our hero repairs his broken heart through spiritual healing.

If you are tired of reading novels about arabesque cliches plotting taking over the world, this book is for you. "Khalil & Majnun" will show you a landscape about the very different approach towards love and friendship in the Middle East, versus West.

This is the journey of a soul that has chosen the mystical Sufi path to know itself; and you don't need to be Muslim to understand the beauty of being in love and the pain of suffering it; besides, this memory has the flavor of a dream coming from the Middle East.

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Hussein & The Nomad
by Rahal Eks




The handling of the issues of heart and mind

In "Hussein & the Nomad" we have an inside view of the colloquial and daily routine of an Egyptian Muslim man; a gay Arab whose live has nothing to do with mad jihadists, but with colorful and spiritual people. The author paints an interesting landscape of hetero and homosexual Middle East dating and mating folklore; in this journey, the reader will discover that same gender love has been present since ancient times in the Arab world, but in a more subtle, non blatantly way, as in the Western side.

Our narrator takes us on a "tour de force" as he works in the movie business, where big or low budget films converge, looking for the "Moroccan type" of actors and locations for historical movies (usually told from the Western perspective point of view). Besides, we have a glimpse in the intimacy world of Mr. R, who in full and fun disclosure shares with us his love adventures, flings, "quickies" and affairs, all of this interleaved with his spiritual initiation on the Sufi path.

This is the kind of book that reads with delight as we are introduced in a world that could be exotic to many people, but there is a point when the reader will ask himself that maybe we, the westerners, are "the others". Mr. R. does a statement in a very clever way through his memoir: the handling of the issues of heart and mind is very different between Western and Middle East.

When Hussein (the second main character), appears, Mr. R believes that happiness is just around the corner... and a bad omen shows and weird things begin to happen; by then, all the meaningful relationships to Mr. R will be tested and people will show their true colors when our brave narrator finds out the truth about something about a disease that could destroy his body, soul, and those who he had loved.


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sábado, 17 de noviembre de 2012

El Silencio de los Inocentes (o del problema de escribir un thriller políticamente correcto).


Al final de la década de los ochentas, uno de mis pasatiempos era deambular en las librerías de “la tienda de los tecolotes” para sentirme (al menos, imaginariamente) al tanto de las tendencias de la moda intelectual light. Desde entonces ya tenía esa obsesión por encontrar “la fórmula” que hace de una novela, un best-seller.

En aquellos años, como no tenía tanto dinero para comprar esos libros, me conformaba con leer las frases de la contratapa y las solapas. Una de las primeras publicaciones que me encontré, fue precisamente, la novela de Thomas Harris El Silencio de los Corderos.  “Suena interesante”, pensé en aquel entonces.




Poco después, recuerdo que cuando se estrenó la adaptación cinematográfica de esta novela, como El Silencio de los Inocentes (1991, dirigida por Jonathan Demme), había espectaculares en el metro y muchos spots televisivos promocionando la novela como la película del año. Nuevamente, no pude ver su estreno en el cine porque mis recursos eran bastante limitados en aquel entonces.  Tampoco sabía que parte de la imagen del póster contenía un elemento pictórico fotográfico, creación del mismísimo Salvador Dalí.



Ya después, con la democratización de las películas en VHS, fue la primera vez que tuve acceso a esta película. Luego la pude volver a ver en DVD con los comentarios  de director, ya con otra perspectiva.

Fue apenas hasta hace poco terminé de leer la novela original. Imposible imaginar ya la narración sin la presencia de Anthony Hopkins y Jodie Foster en sus respectivos papeles. Y aunque la lectura del libro es “disfrutable” y se entiende más a fondo la psicología de los personajes, hay recursos que hacen a la película mucho más impactante.



Dos de dichos recursos cinematográficos utilizados que pocos directores se atreven a utilizar, son los personajes principales (Lecter, Clarice, y Búfalo Bill) mirando (o bailando) en dirección a la cámara (es decir, directamente al espectador), logrando un profundo impacto emocional. Digo, que un par de psicópatas te miren directamente a los ojos, interpretados magistralmente por sus respectivos actores, es algo que logra infundir temor, miedo y al final, terror. Esa sensación de que entre “los maniáticos” y nosotros solo nos separa una delgada barrera de cristal, es algo que pocas películas logran sin romper con la convención de la cuarta pared.




Sin embargo, he de confesar que el último acto de la película (y especialmente el final) me parecieron mucho más espeluznantes (y por tanto, emocionantes) que los capítulos finales de la novela. Ahí es donde se nota el oficio de un buen adaptador (Theodore Tally) aunado a la efectiva concepción escénica del director.




La anécdota que más llamó mi atención, sobre todo a la hora de estar enfrascado en la lectura de la novela, fue la insistencia literaria de Mr. Harris en “ser políticamente correcto” con la comunidad LGBTTIM al intentar dejar claro que el villano a cazar de la historia  “Búfalo Bill” no es un travesti o transexual “común y corriente”, sino un ser que ha traspasado ese límite, llevándolo a un territorio de demencia y alienación mucho más allá del simple ser una “loca desatada”. Y lo logra con mucha precisión, aunque con poca sutileza.

Mientras tanto, en México…

Desde la publicación de la novela, en 1998 hasta la actualidad, México (en un proceso de triste descomposición hacia la anomia psicosocial) ha generado sus propios asesinos seriales: “El Goyo” Cárdenas, “La Mataviejitas” ‑cuyo apodo en el ring era La Dama del Silencio(!)‑, el “MataGays” y el ya infame (literariamente hablando) “Poeta Caníbal”. ¿Algún día veremos una buena y emocionante adaptación de estos “psicópatas de la vida real”? ¿Se inspiró alguno de ellos en los personajes ficticios producto de la mente de Thomas Harris?

Casi por último, la incógnita moralígena que siempre va implícita en los mensajes de los medios masivos de comunicación (en este caso, el cine): ¿qué tipo de valores o antivalores estamos insertando de “contrabando” en nuestro inconsciente colectivo al producir, promocional y ver este tipo de historias?

Yo recuerdo, cuatro películas mexicanas sobre asesinos seriales: “Asesino en Serio” (¡obvio!), "Días de Combate", “Profundo Carmesí” y “Ensayo de un Crimen”. ¿Ustedes recuerdan alguna otra?

Ah, y no se olviden de ver la parodia italiana llamada “El Silencio de los Indecentes”. 


viernes, 2 de noviembre de 2012

Contador Geiger, 20 años después.


Aprovechando estos días “feriados”, me di a la tarea de revisar una misteriosa caja con libros, que por alguna razón estaba sin abrir, producto de alguna mudanza no muy reciente. 

Empecé a ver los algo “viejos” y apolillados libros, algunos de ellos ya medio deformados por la humedad, otros con las páginas pegadas. Mientras los hojeaba, descubría que varios pertenecían a mi época de estudios preparatorianos: ya saben, de ciencias básicas, uno que otro de humanidades, diccionarios de sinónimos y antónimos… etc.

Sin embargo, uno de ellos acaparó mi atención, pues había un separador plastificado entre las páginas de uno de ellos; es decir, hace aproximadamente 20 años, había empezado la lectura de ese libro, pero por alguna razón ya no terminé de leerlo. Es un libro titulado El Estado Nuclear, de un físico llamado Robert Jungk.




Supongo que no era “casualidad”, sino más bien “causalidad” que me topara con esta publicación justo cuando acabo de reseñar El libro Negro de las Marcas, y estoy por leer el de Fair Game (sí, en el que se basaron para adaptar al cine la película “Juego de Traiciones” o “Caza a la Espía”, con Naomi Watts y Sean Penn en los roles estelares.)


Retomar esta lectura interrumpida hace 20 años, de un libro publicado hace 3 décadas, fue literalmente, un “viaje en el tiempo”; pues este libro de R. Jungk, fue escrito en 1977, antes de la caída del muro de Berlín, la ruptura de la Unión Soviética, la boda de Lady Di y por supuesto, el (no tan) misterioso y trágico 9/11. 




Destaca la a veces, idealista y otras veces francamente marxista narración en torno a los hechos de la época, cuando las centrales nucleares (como la que da vida al Springfield de los Simpson) eran el tema y el temor en boga. Sin embargo, aparte del contexto históricos social en que fue escrito “El Estado Nuclear”, cabe destacar que hay temores que o bien ya se han cumplido (cual novela de ciencia ficción) o estamos precisamente al borde de presenciarlos.


Si alguien encuentra esta joya del periodismo de investigación, se los recomiendo. Soslayando el tiempo y forma en que fue publicado (Ed. Grijalbo, Serie Crítica). Tal vez, sin proponérselo, el autor (cuya intención era dar la voz de alarma ante una amenaza que desafortunadamente se sigue cerniendo ominosa e inexorablemente sobre la humanidad), nos lleva a momentos con golpe dramático incluido, que o conmueve por su inocencia ante el clamor de un mundo “libre del yugo atómico” o que nos llena de escalofríos al ver que sus aparentemente paranoicos temores, ya están aquí y ahora, a la vuelta de la esquina.


Simplemente, sustituyamos la palabra “Estado” por “Corporativo”, pongamos en contexto los hechos del libro… Y nos daremos cuenta que Mr. R. Jungk hace casi 40 años lanzó al mundo una advertencia que no debemos dejar de escuchar, por anacrónica e idealista que parezca.

viernes, 26 de octubre de 2012

Henning Mankell, o Su Realismo (no tan) Mágico [al estilo sueco].



Para muchos de los ilustrados del planeta, la literatura policíaca o detectivesca pertenece a un género “menor”; como si fuera una especie de “máquina de leer, un mero escapismo”, de acuerdo con Thomas Narcejac. “Un pasatiempo para los vuelos intercontinentales”, le dirían a “Jessica Fletcher” en la serie “Murder, She Wrote” (Reportera del Crimen).


Sin embargo, en manos de Henning Mankell, (creador del ficticio detective Kurt Wallander ‑ interpretado en la TV Británica nada menos que por ¡Kenneth Branagh!), es donde el oficio del escritor de suspenso pasa de ser mero artefacto mercadotécnico a novela de verdad, relatando la crónica brutal y mágica de aquellas realidades que regularmente se soslayan en las cadenas noticiosas.


Tanto en El Hijo del Viento, como en Comedia Infantil, el Sr. Mankell nos lleva de un mundo ficticio, por medio de la premisa detectivesca básica (¿quién, cómo,  cuándo, dónde, y lo más importante: por qué, ha cometido infanticidio?), a una realidad que de tan brutal, sólo puede ser procesada a través del mecanismo narrativo de la palabra poético mágica. Me atrevo a decir que estos dos libros de Mankell, son para el continente africano, lo que Gabriel García Márquez ha sido para Latinoamérica.


Estas dos novelas de H. Mankell, retratan el (aparentemente) lejano conflicto en las batallas por la propiedad de los recursos naturales en el continente negro, vistos a través de la lente, percepción e interpretación de un niño africano. Son lecturas que nos hacen preguntarnos quién es en realidad el otro, si “ellos” o “nosotros”.



O tal vez, podríamos concluir que en realidad, esa pregunta está mal hecha; pues para todos los involucrados en la novela de la vida cotidiana, son mayores las semejanzas que las diferencias. La ambición, el amor, la crueldad, la inocencia, y los sueños, están presentes en todos los seres humanos; lo que nos hace diferentes es, precisamente, la diversidad de interpretaciones que les damos a cada una de estas cualidades de la especie humana.



Curiosamente, en Comedia Infantil, los personajes principales son un niño “en situación de calle” y el panadero que escucha su historia. Estos son ya personajes si no universales, al menos sí contemporáneos y cercanos. Bien podría hacerse una adaptación de la convención literaria de esta novela a Latinoamérica; tal vez ya no haya mucha diferencia entre los revolucionarios africanos que arrasan con pueblos enteros a su paso, y los narco sicarios de nuestro explotado continente, que mantienen al filo del miedo a poblaciones enteras.


Conectado con los dos libros de ficción anteriores, ya a nivel de datos periodísticos y económicos del mundo real, me vienen a la mente dos títulos “No Logo” de Naomi Klein, y “El Libro Negro de las Marcas” de Klaus Werner y Hans Weiss; ahí, se encuentra el respaldo de investigación “seria” que corrobora como telón de fondo, la ficción de Comedia Infantil.


martes, 2 de octubre de 2012

SIX FEET UNDER (A 2 Metros Bajo Tierra)


A la memoria de Walter, Fidencio, Héctor, Octavio Castro y Lourdes Canale

No hace mucho tiempo, un amigo mío me hizo notar que mis últimos estados en el Facebook se habían convertido en necrológicas. Cada una de las personas a las que dedico esta entrada del blog murió por causas muy distintas, a distintas edades, y sólo dos de ellos se conocían entre sí. Este pequeño ensayo, va de mi parte para exorcizar la tristeza y el dolor que me provoca su ausencia.

Comenzamos…


Parafraseando a Octavio Paz, los mexicanos nos reímos con y de la muerte, jugamos y hasta nos emborrachamos con ella; sin embargo, ya no somos los únicos. La serie de TV “Six Feet Under”, de la cadena HBO, le restregó en la cara al norteamericano promedio una nueva forma de acercarse a un tema antes intratable para las mentes conservadoras de los EUA: el deceso “normal” y el pesar de sus deudos.




¿De qué va la serie? Es la vida cotidiana de una familia (los Fisher) dueña de una Agencia Funeraria. El detonador de la historia es el accidente fatal donde el patriarca de la familia (a bordo de su nueva y flamante carroza fúnebre) es embestido por un autobús. Ahora serán los hijos, Nate y David, los encargados de sacar adelante el negocio, teniendo como antagonistas sus propios conflictos internos y en el mundo exterior, una malvada corporación de embalsamadores que amenaza con absorber el negocio familiar.




Cada capítulo inicia con lo que será el siguiente “cliente” de la funeraria. Esta es la trama que va en segundo plano, y se convierte en el pretexto ideal para que los personajes principales vayan mostrando sus rasgos de carácter y defectos en la personalidad. Cada uno mostrará una forma de sobrellevar el peso que implica mantener a flote (es decir, vivo) al fúnebre negocio.





Conforme la historia avanza, las relaciones interpersonales se van haciendo cada vez más y más complejas; y hay ya muchos ensayos académicos que se ocupan de interpretar la psicología de estos personajes. Sin embargo, al parecer hay consenso en la tesis de que cada uno de los involucrados en el manejo (directo o indirecto) de la funeraria desarrolla una serie de patologías psiquiátricas, con una sola finalidad: es el mecanismo de defensa que cada uno elabora para enfrentar a la muerte, quien es la que les proporciona el sustento para seguir viviendo.



En sus cinco temporadas, nos damos cuenta de que los personajes principales sufren la aparición del padre en forma “fantasmal”, sin dejarnos claro si es un espíritu “de verdad” o si sólo es la proyección del inconsciente de cada uno de sus seres queridos, encarnado en la figura del personaje de Nataniel Fischer.



De hecho, en la serie Dr. House, hay un episodio donde se mofa abiertamente de este recurso dramático de “Six Feet.,.”, y nos da su explicación científica sobre las mencionadas “apariciones”. Esto último sucede en el episodio 4 de la temporada 4 (“Ángeles Guardianes”, de Dr. House), donde uno de los personajes principales tiene una caracterización sospechosamente parecida a la de Ruth Fischer, la matrona del clan en Six Feet Under.

De alguna manera, cada uno de los personajes quiere vivir la vida a su manera, ansiosos de encontrar lo que en la jerga teatral se denomina anagnórisis (toma de conciencia). O al menos, una epifanía donde se les revele si tiene sentido o no seguir con vida sobre este planeta.



Ahora, en esta época donde los materiales argumentales se están reciclando, tanto en el cine como en la TV, me pregunto: ¿Se podría hacer un remake de esta serie, para Latino América, sometiéndola a ese proceso tan misterioso llamado “tropicalización”? Es más, si esta serie consta de 63 episodios de una hora, ¿podrían obtenerse 126 capítulos de media hora para telenovela? ¿El concepto resistiría el cambio de género (de la pieza al melodrama)? Por cierto, me imagino que el pago por derechos de autor saldría carísimo.




Otros puntos a tomar en cuenta, específicamente en México:

Sólo un pequeño porcentaje de la población tiene acceso a servicios funerarios como los que proporciona la Familia Fischer; irónicamente, se mostraría el aspecto “aspiracional”, para que la audiencia diga “Ah, cómo me gustaría ser inhumado como los que se mueren en la serie ‘A Dos Metros Bajo Tierra’ ”.

Los Norteamericanos WASP tienden a sanitizar y evadir la muerte (el duelo y el entierro se hacen con sobriedad, en privado) y si se hace lo contrario, se considera de mal gusto; en tanto que los Latinoamericanos nos rasgamos las vestiduras, lloramos en público y paseamos al muerto por las callejuelas del pueblo…. y si hacemos lo contrario, se nos tacha como unos “desconsiderados” e “indiferentes”.

Por otro lado, la visión que se tiene en “Six Feet Under” sobre las parejas homosexuales es presentada como una relación seria; no en comedia burlona y llena de clichés afeminados como sucede en Latino América, la región donde “los verdaderos hombres se dan”. Para más información, véase el concepto de “heteronormatividad”.


Me pregunto cómo le habrá ido a esta serie en rating y share cuando la transmitieron por Cadena Tres (¿la habrán mantenido al aire hasta el episodio final o la habrán sacado antes?; si alguien sabe algo al respecto, le agradecería mucho nos lo comentara.

jueves, 27 de septiembre de 2012

La ominosa avalancha de los datos nuestros de cada día.



Mi primer contacto con el concepto “base de datos” se dio cuando estuve trabajando como capturista para una dependencia del Gobierno Federal (la Conabio), una institución educativa mexicana la (UACh) y otra universidad en los EUA (The University of Texas at Austin). En ambos casos la meta era la misma: maximizar la velocidad de registro de información al mínimo costo. El pago al empleado, en ambos casos, era a destajo. Yo me preguntaba, “¿pero, cuál es la prisa?”; bueno, yo cumplí mi(s) contrato(s) y me alejé de ese medio. Años después, comprendo la urgencia de mis empleadores por registrar la información a la brevedad: algo llamado “Minado de Datos”.

De eso, precisamente trata “Los Numerati” (de Stephen Baker), o de cómo los pequeños y aparentemente anodinos clicks que damos por aquí y por allá mientras navegamos por internet, van poco a poco revelando más y más sobre nosotros: como empleados, consumidores, votantes, blogueros, pacientes y por último, como entes sexuales buscando (a veces frenéticamente) de llenar una necesidad básica llamada “amor”.


Estos famosos “Numerati” (que sí son reales) al parecer no tienen (¿o sí?) relación con los la sociedad secreta de los illuminati; luego entonces, ¿quiénes son los Numerati? ¿Cuáles son sus propósitos? La respuesta es simple: son los analistas que se encargan de interpretar los datos capturados previamente en las fábricas (digo, universidades) de trabajo esclavo (perdón, estancias de becario).

Al capturista se le limita a ver los árboles, pero son los Numerati quienes se encargan no sólo de ver el bosque completo, sino elaborar el modelo (y esto es lo más importante) que describirá el ecosistema completo, con las interacciones correspondientes. Los Numerati son los encargados de dar el salto cuantitativo al cualitativo a través de sus interpretaciones teóricas.

Vamos a poner un ejemplo un tanto simplificado, original del autor de este blog, para explicar más a detalle cómo funciona el sistema de los Numerati. Supongamos que el joven Hamza, un musulmán radicado en México, descubre que es difícil encontrar tapetes para realizar la oración o salat, que contempla el Islam, y que las alfombras importadas para este fin son muy caras. Luego, Hamza descubre la forma de producir dichos tapetes en México, a un costo menor y en gran escala.



Pasa el tiempo, y Hamza se va haciendo de clientela y va registrando los nombres y direcciones de quienes le compran sus tapetes de oración. Tal vez sin saberlo, poco a poco nuestro vendedor está creando una base de datos de los Musulmanes practicantes en todo México; pues está vendiendo un producto dirigido a un cliente de características muy específicas.

Ahora sólo falta que un Numerati (o el propio Hamza) se percate que con esa lista de nombres y direcciones, puede venderles sus datos su primo Yusuf, quien está por abrir una cadena de restaurantes de comida árabe, con certificación Halal (es decir, lo permitido, el equivalente del Kosher judío). Basta con enviar a las casas de los clientes de Hamza un tríptico ofreciendo los servicios del restaurante halal.

Ahora, tenemos una sencilla base de datos con nombre, dirección y algo más importante: la religión de los clientes de Hamza. El tener registrado implícitamente este último dato (preferencia religiosa) es algo que ahora tanto Hamza como Yusuf es algo que los podría llevar en algún momento al dilema ético de si pueden o no compartir esos datos con terceras personas, físicas o morales.

Por eso, en el fascinante mundo o “nube” de internet, los recolectores de datos “generalmente” plantean en sus códigos de conducta conocer la cantidad de clientes que gustan o no de cierto producto sin asociarlo con personas en particular; es decir, se interpreta la personalidad de cierto sector de la población, sin asociarlo con los datos personales. A veces, el mundo del marketing y el de la información privada se pueden entrecruzar peligrosamente.

Ahora demos un giro ligeramente más dramático al asunto. Recordemos que en película de “Se7en” (David Fincher, 1995) entran en juego dos bases de datos, la clásica utilizada para comparar las huellas digitales y la otra (menos conocida) donde relacionaba los títulos de ciertos libros “de interés especial” con las identidades de sus lectores, incluyendo sus direcciones físicas; no sé porqué esto me recuerda el sistema de “sugerencias” de Amazon.



Espero que estemos en buenas manos, después de todo, si yo realizo una búsqueda en Amazon sobre libros acerca de la situación del Medio Oriente y después busco en Google imágenes de armas no convencionales, mi identidad seguramente no estará resguardada en ninguna parte, porque las siglas de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA, o sea No Such Agency), indican que dicha Agencia NO existe. De hecho, por mencionar ciertas palabras clave en este blog, no creo que esté abierto ningún expediente sobre mis actividades on y off line, en alguna oficina o despacho de inteligencia, nacional, extranjero o corporativo.

Como verán, más que dedicarme a reseñar este libro, me he sentido motivado a imaginar lo que un Numerati puede hacer en base a los datos que vaya recolectando sobre cada uno de los usuarios de internet. Éste es un libro que invita a reflexionar sobre los posibles y diversos usos, para bien o para mal, de las nuevas tecnologías informáticas.

Por cierto, se me olvidaba. Los datos que capturé de los archivos del Herbario de la Universidad de Texas, para la Conabio, pasarán a formar parte de una base cuyo objetivo será compartir a nivel mundial, la localización exacta (incluyendo latitud y longitud) de las diversas especies vegetales que fueron descubiertas por investigadores estadounidenses en sus viajes de campo por toda la República Mexicana desde 1910 a la fecha. Dicha base de datos, llamada Biótica ya está completa y almacenada.



Ahora sólo falta saber que harán los Numerati al tener en sus manos los datos sobre los recursos vegetales mexicanos, apetecibles para cualquier empresa alimentaria o farmacéutica con un mínimo de intuición acerca del valor de estos datos aparentemente anodinos. Así entonces, plantas, animales, y humanos, estamos pasando a ser parte de un inventario gigantesco, donde lo que importa es para qué y durante cuánto tiempo seremos de utilidad, ¿para quién? Esa es la incógnita que dejaremos en el aire, por el momento… Después de todo, recuerden el lema de los creadores Google “Don’t do evil” que en una traducción libre, significa algo así como: “No utilices esta tecnología (el motor de búsqueda) para hacer cosas malvadas”.

domingo, 26 de agosto de 2012

La [falta de] Fortaleza Digital, en Dan Brown.



Este libro de ficción es la “ópera prima” literaria de Dan Brown. Ya había reseñado sus novelas posteriores (“El Código Da Vinci”, “Ángeles y Demonios”, y la intrincada “El Símbolo Secreto”). Todavía me falta “La Conspiración”, pero la verdad es que ya no me atrae demasiado este autor.


Para ser la primera novela de Mr. Brown, se le perdona que los personajes sean bidimensionales y que la psicología de éstos sea superficial. Sin embargo, conserva la cualidad de todo Best‑Seller, mantenernos en la incógnita de: “¿Y qué va a pasar ahora con los protagonistas?”

A veces me pregunto si ciertos escritores no escriben sus historias ya con el formato o influencia cinematográfica, por no decir de serial melodramático, pues sus capítulos (a veces menores a un octavo de cuartilla) son como la sucesión de varias escenas, ya listas para ser filmadas y editadas.

Dicen por ahí que todo escritor se la pasa escribiendo el mismo libro toda la vida, sólo cambiando un poco los personajes y la trama; pero el tema es el mismo. En todas las novelas de Mr. Brown hay un elemento constante: la aventura de descifrar un código secreto; ah, y un manejo del género que definiré como “melodrama geek”.


Curiosamente, creo que este libro (por ser de estructura narrativa más sencilla) es más adaptable al cine que “El Símbolo Perdido”. Más sin embargo, entre los años de distancia que separan ambos textos, se puede percibir ya la obsesión (o “plantilla narrativa”) del autor:
  •     Villanos con alguna deformidad física y/o mental.
  •     Un enigma a descifrar.
  •     Giros y vueltas de tuerca inesperados
  •      Héroes WASP (White, Anglo-Saxon Protestante).
  • ·Dan Brown es católico. Tal vez por eso las iglesias son construcciones donde se dan varios enfrentamientos entre los protagónicos y sus antagónicos respectivos.


Inclusive, en este libro, hay una secuencia decisiva en el interior de una iglesia en Sevilla. ¿Qué tiene que ver un algoritmo informático con la Giralda española? Bueno, esa es la habilidad de Mr. Brown, de poder mezclar en la trama elementos tan disímbolos.



Aunque la narración es bastante predecible, lo último que sí me conmovió un poco fue el epílogo (como debe ser); totalmente melodramático.

Este libro fue terminado en USA en 1998 y publicado en España en 2006; así que algunos de los términos técnicos e informáticos que se manejan en la narración ya se sienten como “pasados de moda”. Sin embargo, es la intriga entre los personajes y sus motivaciones lo que mantiene al lector moderno atento a la trama. No es la jerga técnica o los datos “asombrosos” que maneja lo que nos engancha a pasar página tras página.


Creo que le podemos dar el beneficio de la duda a Mr. Brown, dado que ésta fue su primera novela; pues aquí se pueden entrever las semillas de lo que serán los temas centrales de sus siguientes historias. Es muy interesante ver cómo, a través de los años, el autor pasa del tema informático, al simbólico, al religioso, y al final combina todo en el místico.

Aquí, todavía no aparece aún su alter ego protagónico de su posterior trilogía, pero ya se perfila la cercanía de la creación del personaje de “Robert Langdon” en “David Becker” el protagonista de “La Fortaleza Digital”.

En esta novela, hay una premisa de Hitchock básica: “hombre común atrapado en una situación singular que pone en riesgo su vida”, y un elemento complementario una protagónica, bella, inteligente y con carácter, atrapada en una situación extrema.



Un rasgo interesante de todas las novelas de Brown es ese resabio de que no leíste “una novela más” si no que además, “aprendiste algo nuevo” sobre un tema en particular. Tal vez ése sea el fuerte de estos Best‑Sellers: te saturan o “sorprenden” con información de “buena fuente” y te entretienen en la descripción de lo que hacen en sus respectivas profesiones, pero la debilidad de dicho estilo radica en que no profundizan demasiado en la psicología interna de los personajes, que se maneja a nivel muy básico.



Este tema (la psicología interna de los personajes y su influencia el el desarrollo de la trama) lo manejaré próximamente en la siguiente entrada, cuando termine de leer “El Silencio de Los Corderos”. Apenas llevo la mitad, y ya sé cuál es la diferencia entre un estilo de Best‑Seller a la Dan Brown y otros (Thomas Harris, Michael Crichton, entre otros).