Finalmente, terminé de digerir mentalmente
“Hannibal” la novela de Thomas Harris.
Como suele sucederme, realicé el
proceso a la inversa: primero vi la película (Ridley Scott, 2001) en el cine, un
año más tarde el DVD con los comentarios del director, y por último me remití a
la fuente literaria original, (2ª edición, 1999; publicada por Random House
Mondadori).
Desde el lanzamiento y promoción de
la película, me enteré de que había controversia, pues la actriz (Jodie Foster)
quien representó a la heroína de la novela (“Clarice Starling”) en la versión
cinematográfica de El silencio de los
Inocentes, había declinado reencarnar al personaje, pues Foster argumentó
que el final de la saga “traicionaba la esencia del personaje”.
Y fue eso precisamente, el investigar
las diferencias entre la novela original y su adaptación para la pantalla
grande, lo que me motivó a examinar el texto de T. Harris. Ahora, que he dado
vuelta a la página final, entiendo la “indignación” de Jodie ante el macabro e
inesperado destino que le espera a la “Agente Starling” a manos del
aterradoramente educado “Dr. Lecter”.
Aunque “Hannibal” se puede
considerar una secuela de “El Silencio de los Corderos”, el tono de “Hannibal”,
es más gótico y perverso que su predecesora (más en el tono de thriller
psicológico). Ahora, nos enfrentamos a seres verdaderamente perversos y ruines.
Y a una detective que poco a poco, pasa de ser heroína a damisela en desgracia,
salvada por el propio monstruo que intentaba atrapar, de las garras de un siniestro
personaje que de tan malvado, raya en la caricatura rocambolesca.
Ah, y para la cereza del pastel: aparece
un escritor-narrador que se atreve a hablarnos a nosotros, los lectores,
invitándonos a conocer el mundo de Hannibal Lecter, rompiendo la cuarta pared
de la imaginación. Pocos escritores logran hacerlo con maestría. Y más cuando
el libro cierra con esa vocecita de Narrador de Disneylandia Gótica: “Podemos
estar contentos de seguir vivos después todo lo que hemos visto.”
Tal vez dicho recurso de “rompimiento
del discurso narrativo” fue empleado a propósito, dado el controversial final
al que nos vemos arrastrados, al aceptar esta especie de danza con el demonio (implícita
en cada relato de horror). Vamos de un mundo “normal, racional” hasta quedar
inmersos en la vorágine devoradora de los horrores del inconsciente de los dos
personajes que sobreviven a una orgía de evisceramientos, instrumentos de
tortura y sesos cocinados.
Nuevamente, llama la atención el
interés del autor por plagar esta entrega, de personajes con distintas
parafilias sexuales, desde las aceptadas socialmente hasta las que provocan
náuseas a los seres humanos decentes y de buena conciencia.
Interesante que en el mundo
actual, tan “open mind” un autor logre hacernos reaccionar emocionalmente ante
una de las desviaciones sexuales más indignantes: la pedofilia. Con esa
obsesión en mente, es que Mr. Harris crea a un personaje más malvado y más cruel
que Lecter: “Mason Verger”, quien bebe martinis preparados con las lágrimas de
los niños a los que maltrata sicológicamente. Un ser que se alimenta,
literalmente, del llanto de los demás. Como de cuento de los hermanos Grimm,
pero en la época post-moderna.
Por otro lado, Es de todos conocido
que Mr. Harris tiene una segunda obsesión, la cual seguramente ayudó en la
elaboración del personaje del Dr. Lecter: la gastronomía. Demasiada alta cocina
para mi gusto, pero es un libro “aspiracional” en ese sentido. “Cocinando con
el Dr. Lecter” podría ser un spin off para los insípidos programas matutinos de
la TV del fin de semana. Y por cierto, consultando la Internet Movie Data Base,
me acabo de enterar que ya está en postproducción la serie de TV.
Cuenta la leyenda, que el final
cinematográfico fue discutido a puerta cerrada en la habitación de un hotel con
la participación del director (Scott), el escritor (Harris) y los dos actores (Mrs.
Juliane Moore Y Sir Anthony Hopkins). Se
grabaron tres finales y los estudios se sometieron los resultados de los “screenings”
para dictaminar el final más vendible. Obvio, en la versión autorizada es donde…
bueno, no se las cuento para no arruinar la sorpresa. Digo, si es que alguien,
todavía no sabe en qué termina el filme.
Lo único que yo le hubiera
añadido tanto a la novela como a su adaptación cinematográfica es (lo siento,
soy muy melodramático) es que Hannibal Lecter se contagia del Síndrome de la
Vaca Loca, por andarse comiendo los sesos de cierto burócrata del FBI que le
hacía la vida imposible a Clarice.
P.D. No es bueno identificarse siempre con la protagonista femenina de una novela, y menos si nos adentramos en el género gótico.