Aprovechando
estos días “feriados”, me di a la tarea de revisar una misteriosa caja con
libros, que por alguna razón estaba sin abrir, producto de alguna mudanza no
muy reciente.
Empecé a ver los algo “viejos” y apolillados libros, algunos de
ellos ya medio deformados por la humedad, otros con las páginas pegadas.
Mientras los hojeaba, descubría que varios pertenecían a mi época de estudios
preparatorianos: ya saben, de ciencias básicas, uno que otro de humanidades,
diccionarios de sinónimos y antónimos… etc.
Sin
embargo, uno de ellos acaparó mi atención, pues había un separador plastificado
entre las páginas de uno de ellos; es decir, hace aproximadamente 20 años,
había empezado la lectura de ese libro, pero por alguna razón ya no terminé de
leerlo. Es un libro titulado El Estado
Nuclear, de un físico llamado Robert Jungk.
Supongo que no era “casualidad”,
sino más bien “causalidad” que me topara con esta publicación justo cuando
acabo de reseñar El libro Negro de las
Marcas, y estoy por leer el de Fair
Game (sí, en el que se basaron para adaptar al cine la película “Juego de
Traiciones” o “Caza a la Espía”, con Naomi Watts y Sean Penn en los roles
estelares.)
Retomar
esta lectura interrumpida hace 20 años, de un libro publicado hace 3 décadas,
fue literalmente, un “viaje en el tiempo”; pues este libro de R. Jungk, fue
escrito en 1977, antes de la caída del muro de Berlín, la ruptura de la Unión
Soviética, la boda de Lady Di y por supuesto, el (no tan) misterioso y trágico 9/11.
Destaca
la a veces, idealista y otras veces francamente marxista narración en torno a
los hechos de la época, cuando las centrales nucleares (como la que da vida al
Springfield de los Simpson) eran el tema y el temor en boga. Sin embargo,
aparte del contexto históricos social en que fue escrito “El Estado Nuclear”,
cabe destacar que hay temores que o bien ya se han cumplido (cual novela de
ciencia ficción) o estamos precisamente al borde de presenciarlos.
Si
alguien encuentra esta joya del periodismo de investigación, se los recomiendo.
Soslayando el tiempo y forma en que fue publicado (Ed. Grijalbo, Serie
Crítica). Tal vez, sin proponérselo, el autor (cuya intención era dar la voz de
alarma ante una amenaza que desafortunadamente se sigue cerniendo ominosa e
inexorablemente sobre la humanidad), nos lleva a momentos con golpe dramático
incluido, que o conmueve por su inocencia ante el clamor de un mundo “libre del
yugo atómico” o que nos llena de escalofríos al ver que sus aparentemente paranoicos
temores, ya están aquí y ahora, a la vuelta de la esquina.
Simplemente,
sustituyamos la palabra “Estado” por “Corporativo”, pongamos en contexto los
hechos del libro… Y nos daremos cuenta que Mr. R. Jungk hace casi 40 años lanzó
al mundo una advertencia que no debemos dejar de escuchar, por anacrónica e
idealista que parezca.
Para
muchos de los ilustrados del planeta, la literatura policíaca o detectivesca
pertenece a un género “menor”; como si fuera una especie de “máquina de leer,
un mero escapismo”, de acuerdo con Thomas Narcejac. “Un pasatiempo para los
vuelos intercontinentales”, le dirían a “Jessica Fletcher” en la serie “Murder,
She Wrote” (Reportera del Crimen).
Sin
embargo, en manos de Henning Mankell, (creador del ficticio detective Kurt Wallander ‑ interpretado en la TV
Británica nada menos que por ¡Kenneth Branagh!), es donde el oficio del
escritor de suspenso pasa de ser mero artefacto mercadotécnico a novela de verdad, relatando la crónica brutal y
mágica de aquellas realidades que regularmente se soslayan en las cadenas
noticiosas.
Tanto en El Hijo del
Viento, como en Comedia Infantil,
el Sr. Mankell nos lleva de un mundo ficticio, por medio de la premisa
detectivesca básica (¿quién, cómo,
cuándo, dónde, y lo más importante: por qué, ha cometido infanticidio?),
a una realidad que de tan brutal, sólo puede ser procesada a través del
mecanismo narrativo de la palabra poético mágica. Me atrevo a decir que estos
dos libros de Mankell, son para el continente africano, lo que Gabriel García Márquez
ha sido para Latinoamérica.
Estas
dos novelas de H. Mankell, retratan el (aparentemente) lejano conflicto en las
batallas por la propiedad de los recursos naturales en el continente negro,
vistos a través de la lente, percepción e interpretación de un niño africano.
Son lecturas que nos hacen preguntarnos quién es en realidad el otro, si “ellos” o “nosotros”.
O tal vez, podríamos concluir que en realidad, esa pregunta
está mal hecha; pues para todos los involucrados en la novela de la vida cotidiana,
son mayores las semejanzas que las diferencias. La ambición, el amor, la
crueldad, la inocencia, y los sueños, están presentes en todos los seres
humanos; lo que nos hace diferentes es, precisamente, la diversidad de
interpretaciones que les damos a cada una de estas cualidades de la especie
humana.
Curiosamente,
en Comedia Infantil, los personajes
principales son un niño “en situación de calle” y el panadero que escucha su
historia. Estos son ya personajes si no universales, al menos sí contemporáneos
y cercanos. Bien podría hacerse una adaptación de la convención literaria de
esta novela a Latinoamérica; tal vez ya no haya mucha diferencia entre los
revolucionarios africanos que arrasan con pueblos enteros a su paso, y los
narco sicarios de nuestro explotado continente, que mantienen al filo del miedo
a poblaciones enteras.
Conectado con los dos libros de ficción anteriores, ya a
nivel de datos periodísticos y económicos del mundo real, me vienen a la mente dos títulos “No Logo” de Naomi Klein, y
“El Libro Negro de las Marcas” de Klaus Werner y Hans Weiss; ahí, se encuentra
el respaldo de investigación “seria” que corrobora como telón de fondo, la
ficción de Comedia Infantil.
A la memoria de Walter, Fidencio, Héctor, Octavio Castro y Lourdes Canale
No hace mucho tiempo, un amigo
mío me hizo notar que mis últimos estados en el Facebook se habían convertido
en necrológicas. Cada una de las personas a las que dedico esta entrada del
blog murió por causas muy distintas, a distintas edades, y sólo dos de ellos se
conocían entre sí. Este pequeño ensayo, va de mi parte para exorcizar la tristeza
y el dolor que me provoca su ausencia.
Comenzamos…
Parafraseando a Octavio Paz, los
mexicanos nos reímos con y de la muerte, jugamos y hasta nos emborrachamos con
ella; sin embargo, ya no somos los únicos. La serie de TV “Six Feet Under”, de
la cadena HBO, le restregó en la cara al norteamericano promedio una nueva
forma de acercarse a un tema antes intratable para las mentes conservadoras de
los EUA: el deceso “normal” y el pesar de sus deudos.
¿De qué va la serie? Es la vida cotidiana de una
familia (los Fisher) dueña de una Agencia Funeraria. El detonador de la historia es el accidente fatal donde el patriarca de la familia (a bordo de su nueva y
flamante carroza fúnebre) es embestido por un autobús. Ahora serán los hijos,
Nate y David, los encargados de sacar adelante el negocio, teniendo como
antagonistas sus propios conflictos internos y en el mundo exterior, una
malvada corporación de embalsamadores que amenaza con absorber el negocio
familiar.
Cada capítulo inicia con lo que
será el siguiente “cliente” de la funeraria. Esta es la trama que va en segundo
plano, y se convierte en el pretexto ideal para que los personajes principales
vayan mostrando sus rasgos de carácter y defectos en la personalidad. Cada uno
mostrará una forma de sobrellevar el peso que implica mantener a flote (es
decir, vivo) al fúnebre negocio.
Conforme la historia avanza, las
relaciones interpersonales se van haciendo cada vez más y más complejas; y hay ya muchos ensayos académicos que se ocupan de interpretar la psicología de estos
personajes. Sin embargo, al parecer hay consenso en la tesis de que cada uno de
los involucrados en el manejo (directo o indirecto) de la funeraria desarrolla
una serie de patologías psiquiátricas, con una sola finalidad: es el mecanismo de defensa que cada uno elabora para enfrentar a la muerte, quien es la que les proporciona el
sustento para seguir viviendo.
En sus cinco temporadas, nos
damos cuenta de que los personajes principales sufren la aparición del padre
en forma “fantasmal”, sin dejarnos claro si es un espíritu “de verdad” o si
sólo es la proyección del inconsciente de cada uno de sus seres queridos,
encarnado en la figura del personaje de Nataniel Fischer.
De hecho, en la serie Dr. House,
hay un episodio donde se mofa abiertamente de este recurso dramático de “Six
Feet.,.”, y nos da su explicación científica sobre las mencionadas “apariciones”.
Esto último sucede en el episodio 4 de la temporada 4 (“Ángeles Guardianes”, de
Dr. House), donde uno de los personajes principales tiene una caracterización
sospechosamente parecida a la de Ruth Fischer, la matrona del clan en Six Feet
Under.
De alguna manera, cada uno de los
personajes quiere vivir la vida a su manera, ansiosos de encontrar lo que en la
jerga teatral se denomina anagnórisis (toma de conciencia). O al menos, una
epifanía donde se les revele si tiene sentido o no seguir con vida sobre este
planeta.
Ahora, en esta época donde los
materiales argumentales se están reciclando, tanto en el cine como en la TV, me
pregunto: ¿Se podría hacer un remake de esta serie, para Latino América, sometiéndola
a ese proceso tan misterioso llamado “tropicalización”? Es más, si esta serie consta
de 63 episodios de una hora, ¿podrían obtenerse 126 capítulos de media hora
para telenovela? ¿El concepto resistiría el cambio de género (de la pieza al
melodrama)? Por cierto, me imagino que el pago por derechos de autor saldría
carísimo.
Otros puntos a tomar en cuenta,
específicamente en México:
Sólo un pequeño porcentaje de la
población tiene acceso a servicios funerarios como los que proporciona la
Familia Fischer; irónicamente, se mostraría el aspecto “aspiracional”, para que
la audiencia diga “Ah, cómo me gustaría ser inhumado como los que se mueren en
la serie ‘A Dos Metros Bajo Tierra’ ”.
Los Norteamericanos WASP tienden
a sanitizar y evadir la muerte (el duelo y el entierro se hacen con sobriedad,
en privado) y si se hace lo contrario, se considera de mal gusto; en tanto que
los Latinoamericanos nos rasgamos las vestiduras, lloramos en público y
paseamos al muerto por las callejuelas del pueblo…. y si hacemos lo contrario,
se nos tacha como unos “desconsiderados” e “indiferentes”.
Por otro lado, la visión que se tiene en “Six
Feet Under” sobre las parejas homosexuales es presentada como una relación seria; no en comedia burlona y llena de clichés afeminados como sucede
en Latino América, la región donde “los verdaderos hombres se dan”. Para más
información, véase el concepto de “heteronormatividad”.
Me pregunto cómo le habrá ido a esta serie en
rating y share cuando la transmitieron por Cadena Tres (¿la habrán mantenido al aire hasta el episodio final o la habrán sacado antes?; si alguien sabe algo al respecto, le agradecería mucho nos
lo comentara.
Mi
primer contacto con el concepto “base de datos” se dio cuando estuve trabajando
como capturista para una dependencia del Gobierno Federal (la Conabio),
una institución educativa mexicana la (UACh) y otra universidad en los EUA (The
University of Texas at Austin).
En ambos casos la meta era la misma: maximizar la velocidad de registro de
información al mínimo costo. El pago al empleado, en ambos casos, era a
destajo. Yo me preguntaba, “¿pero, cuál es la prisa?”; bueno, yo cumplí mi(s)
contrato(s) y me alejé de ese medio. Años después, comprendo la urgencia de mis
empleadores por registrar la información a la brevedad: algo llamado “Minado de
Datos”.
De
eso, precisamente trata “Los Numerati” (de Stephen Baker), o de cómo los pequeños y aparentemente
anodinos clicks que damos por aquí y por allá mientras navegamos por internet,
van poco a poco revelando más y más sobre nosotros: como empleados,
consumidores, votantes, blogueros, pacientes y por último, como entes sexuales
buscando (a veces frenéticamente) de llenar una necesidad básica llamada
“amor”.
Estos
famosos “Numerati” (que sí son reales) al parecer no tienen (¿o sí?) relación
con los la sociedad secreta de los illuminati; luego entonces, ¿quiénes son los
Numerati? ¿Cuáles son sus propósitos? La respuesta es simple: son los analistas
que se encargan de interpretar los datos capturados previamente en las fábricas
(digo, universidades) de trabajo esclavo (perdón, estancias de becario).
Al
capturista se le limita a ver los árboles, pero son los Numerati quienes se
encargan no sólo de ver el bosque completo, sino elaborar el modelo (y esto es
lo más importante) que describirá el ecosistema completo, con las interacciones
correspondientes. Los Numerati son los encargados de dar el salto cuantitativo
al cualitativo a través de sus interpretaciones teóricas.
Vamos
a poner un ejemplo un tanto simplificado, original del autor de este blog, para
explicar más a detalle cómo funciona el sistema de los Numerati. Supongamos que
el joven Hamza, un musulmán radicado en México, descubre que es difícil
encontrar tapetes para realizar la oración o salat, que contempla el Islam, y que las alfombras importadas para
este fin son muy caras. Luego, Hamza descubre la forma de producir dichos
tapetes en México, a un costo menor y en gran escala.
Pasa
el tiempo, y Hamza se va haciendo de clientela y va registrando los nombres y
direcciones de quienes le compran sus tapetes de oración. Tal vez sin saberlo,
poco a poco nuestro vendedor está creando una base de datos de los Musulmanes
practicantes en todo México; pues está vendiendo un producto dirigido a un
cliente de características muy específicas.
Ahora
sólo falta que un Numerati (o el propio Hamza) se percate que con esa lista de
nombres y direcciones, puede venderles sus datos su primo Yusuf, quien está por
abrir una cadena de restaurantes de comida árabe, con certificación Halal (es
decir, lo permitido, el equivalente del Kosher judío). Basta con enviar a las
casas de los clientes de Hamza un tríptico ofreciendo los servicios del
restaurante halal.
Ahora,
tenemos una sencilla base de datos con nombre, dirección y algo más importante:
la religión de los clientes de Hamza. El tener registrado implícitamente este
último dato (preferencia religiosa) es algo que ahora tanto Hamza como Yusuf es
algo que los podría llevar en algún momento al dilema ético de si pueden o no
compartir esos datos con terceras personas, físicas o morales.
Por
eso, en el fascinante mundo o “nube” de internet, los recolectores de datos
“generalmente” plantean en sus códigos de conducta conocer la cantidad de
clientes que gustan o no de cierto producto sin
asociarlo con personas en particular; es decir, se interpreta la
personalidad de cierto sector de la población, sin asociarlo con los datos
personales. A veces, el mundo del marketing y el de la información privada se
pueden entrecruzar peligrosamente.
Ahora
demos un giro ligeramente más dramático al asunto. Recordemos que en película
de “Se7en” (David Fincher, 1995) entran en
juego dos bases de datos, la clásica utilizada para comparar las huellas
digitales y la otra (menos conocida) donde relacionaba los títulos de ciertos
libros “de interés especial” con las identidades de sus lectores, incluyendo
sus direcciones físicas; no sé porqué esto me recuerda el sistema de “sugerencias”
de Amazon.
Espero
que estemos en buenas manos, después de todo, si yo realizo una búsqueda en Amazon
sobre libros acerca de la situación del Medio Oriente y después busco en Google
imágenes de armas no convencionales, mi identidad seguramente no estará resguardada
en ninguna parte, porque las siglas de la Agencia de Seguridad Nacional
estadounidense (NSA, o sea No Such Agency), indican que dicha Agencia NO
existe. De hecho, por mencionar ciertas palabras clave en este blog, no creo
que esté abierto ningún expediente sobre mis actividades on y off line, en alguna
oficina o despacho de inteligencia, nacional, extranjero o corporativo.
Como
verán, más que dedicarme a reseñar este libro, me he sentido motivado a
imaginar lo que un Numerati puede hacer en base a los datos que vaya
recolectando sobre cada uno de los usuarios de internet. Éste es un libro que
invita a reflexionar sobre los posibles y diversos usos, para bien o para mal,
de las nuevas tecnologías informáticas.
Por
cierto, se me olvidaba. Los datos que capturé de los archivos del Herbario de la
Universidad de Texas, para la Conabio,
pasarán a formar parte de una base cuyo objetivo será compartir a nivel
mundial, la localización exacta (incluyendo latitud y longitud) de las diversas
especies vegetales que fueron descubiertas por investigadores estadounidenses
en sus viajes de campo por toda la República Mexicana desde 1910 a la fecha. Dicha
base de datos, llamada Biótica ya está completa y almacenada.
Ahora
sólo falta saber que harán los Numerati al tener en sus manos los datos sobre
los recursos vegetales mexicanos, apetecibles para cualquier empresa alimentaria
o farmacéutica con un mínimo de intuición acerca del valor de estos datos aparentemente
anodinos. Así entonces, plantas, animales, y humanos, estamos pasando a ser parte
de un inventario gigantesco, donde lo que importa es para qué y durante cuánto
tiempo seremos de utilidad, ¿para quién? Esa es la incógnita que dejaremos en
el aire, por el momento… Después de todo, recuerden el lema de los creadores
Google “Don’t do evil” que en una traducción libre, significa algo así como:
“No utilices esta tecnología (el motor de búsqueda) para hacer cosas malvadas”.
Este libro de ficción es la “ópera prima” literaria de Dan
Brown. Ya había reseñado sus novelas posteriores (“El Código Da Vinci”, “Ángeles
y Demonios”, y la intrincada “El Símbolo Secreto”). Todavía me falta “La
Conspiración”, pero la verdad es que ya no me atrae demasiado este autor.
Para ser la primera novela de Mr. Brown, se le perdona que
los personajes sean bidimensionales y que la psicología de éstos sea
superficial. Sin embargo, conserva la cualidad de todo Best‑Seller, mantenernos
en la incógnita de: “¿Y qué va a pasar ahora con los protagonistas?”
A veces me pregunto si ciertos escritores no escriben sus
historias ya con el formato o influencia cinematográfica, por no decir de
serial melodramático, pues sus capítulos (a veces menores a un octavo de
cuartilla) son como la sucesión de varias escenas, ya listas para ser filmadas
y editadas.
Dicen por ahí que todo escritor se la pasa escribiendo el
mismo libro toda la vida, sólo cambiando un poco los personajes y la trama;
pero el tema es el mismo. En todas las novelas de Mr. Brown hay un elemento
constante: la aventura de descifrar un código secreto; ah, y un manejo del
género que definiré como “melodrama geek”.
Curiosamente, creo que este libro (por ser de estructura
narrativa más sencilla) es más adaptable al cine que “El Símbolo Perdido”. Más
sin embargo, entre los años de distancia que separan ambos textos, se puede
percibir ya la obsesión (o “plantilla narrativa”) del autor:
Villanos con alguna deformidad física y/o mental.
Un enigma a descifrar.
Giros y vueltas de tuerca inesperados
Héroes WASP (White, Anglo-Saxon Protestante).
·Dan Brown es católico. Tal vez por eso las iglesias
son construcciones donde se dan varios enfrentamientos entre los protagónicos y
sus antagónicos respectivos.
Inclusive, en este libro, hay una secuencia decisiva en el
interior de una iglesia en Sevilla. ¿Qué tiene que ver un algoritmo informático
con la Giralda española? Bueno, esa es la habilidad de Mr. Brown, de poder
mezclar en la trama elementos tan disímbolos.
Aunque la narración es bastante predecible, lo último que sí
me conmovió un poco fue el epílogo (como debe ser); totalmente melodramático.
Este libro fue terminado en USA en 1998 y publicado en España
en 2006; así que algunos de los términos técnicos e informáticos que se manejan
en la narración ya se sienten como “pasados de moda”. Sin embargo, es la
intriga entre los personajes y sus motivaciones lo que mantiene al lector moderno
atento a la trama. No es la jerga técnica o los datos “asombrosos” que maneja
lo que nos engancha a pasar página tras página.
Creo que le podemos dar el beneficio de la duda a Mr. Brown,
dado que ésta fue su primera novela; pues aquí se pueden entrever las semillas
de lo que serán los temas centrales de sus siguientes historias. Es muy
interesante ver cómo, a través de los años, el autor pasa del tema informático,
al simbólico, al religioso, y al final combina todo en el místico.
Aquí, todavía no aparece aún su alter ego protagónico
de su posterior trilogía, pero ya se perfila la cercanía de la creación del
personaje de “Robert Langdon” en “David Becker” el protagonista de “La
Fortaleza Digital”.
En esta novela, hay una premisa de Hitchock básica: “hombre
común atrapado en una situación singular que pone en riesgo su vida”, y un
elemento complementario una protagónica, bella, inteligente y con carácter,
atrapada en una situación extrema.
Un rasgo interesante de todas las novelas de Brown es ese
resabio de que no leíste “una novela más” si no que además, “aprendiste algo
nuevo” sobre un tema en particular. Tal vez ése sea el fuerte de estos Best‑Sellers: te saturan o “sorprenden” con información de “buena fuente” y te
entretienen en la descripción de lo que hacen en sus respectivas profesiones, pero la debilidad de dicho estilo radica en que no profundizan demasiado en la psicología interna de los
personajes, que se maneja a nivel muy básico.
Este tema (la psicología interna de los personajes y su
influencia el el desarrollo de la trama) lo manejaré próximamente en la
siguiente entrada, cuando termine de leer “El Silencio de Los Corderos”. Apenas
llevo la mitad, y ya sé cuál es la diferencia entre un estilo de Best‑Seller a
la Dan Brown y otros (Thomas Harris, Michael Crichton, entre otros).
Generalmente, siempre le tengo reticencia a las biografías “autorizadas”
(por aquello de que siempre el entrevistado recuerda lo que le conviene y “olvida”
ciertos sucesos o pasajes que empañarían su memoria). Este no fue el caso.
Olvidémonos por un momento de los melodramáticos orígenes de
este personaje (dado en adopción por su madre cristiana y padre musulmán); adoptado
por la encantadora familia de clase media de los Jobs. Vayamos directo a los
rasgos más interesantes de su personalidad:
Sus experiencias psicodélicas
Su implacable narcisismo.
Su tajante distinción de las personas entre “genios” o
“imbéciles”
Su creencia en el control mental para “distorsionar la
realidad”
Su incapacidad para establecer relaciones sociales
estables.
Su afán de control total sobre los acontecimientos a
su alrededor
Y lo más importante: La noción de que las normas sociales
(bañarse, ser amable) y leyes normativas no aplicaban a su persona.
Todos los rasgos anteriormente señalados, en otro contexto,
corresponderían a las de una persona mentalmente inestable; incapaz de lograr
algo productivo en la vida, destinada a pasar el resto de su vida recluido en
alguna lejana y obscura institución psiquiátrica.
Y sin embargo, eso no sucedió.
De forma admirable, es de reconocerse la capacidad de Mr.
Jobs de usar a su favor esos “defectillos” de su personalidad, para la suerte
del resto de nosotros los mortales.
¿Por qué?
Muy simple: Porque, a pesar de todo, él eligió el camino de
la creatividad y no el de la autodestrucción. Su necesidad de “dejar huella” y diseñar
algo que aportara un bien a la humanidad, no sin dejar entrever cierta codicia
por vender productos que él buscaba que fueran perfectos, hasta el punto de lo exasperante
(para los que trabajaban con él).
Cómo se darán cuenta, el autor de este blog no es
precisamente un fan de Jobs. Sin embargo, aunque estoy escribiendo esta entrada
del blog en una máquina equipada con Word bajo el sistema operativo Windows
Vista ®, y reconozco que lo hago mientras escucho la música proveniente de mi iPod.
Lo más destacable de la personalidad de Jobs, era su
capacidad de poder ver los posibles entrelazamientos entre las artes y las
ciencias (en este caso, el diseño industrial y la informática). Algo que (seamos
justos) a Bill Gates no siempre se le ha dado de forma natural.
Lo más inquietante de Jobs, sin embargo, fue su carismática y
dominante personalidad, capaz de crear conscientemente un entorno donde él y su
marca se convertirían en el sujeto y objeto de un nuevo culto informático.
El tenía la capacidad de convertirse en el creador de alguna
secta oscura tipo Charles Manson y sin embargo, eso no sucedió. ¿Por qué?
Simple y llanamente, porque sus circunstancias, experiencias espirituales
positivas y su capacidad creativa jamás se lo permitirían.
No importa que él se haya visto a sí mismo como “un Elegido”.
Lo importante es que lo demostró. Y sin embargo, el cosmos le recordó su
mortalidad de forma cruel y despiadada: cáncer de páncreas, de los menos
tratables y más letales.
Descanse en paz Steve Jobs, dejaste la huella que te
propusiste para ayudar a la humanidad. Lástima que (¿casualidad o causalidad? los
genios estadísticamente generalmente mueren jóvenes). Ya la historia decidirá quien
aportó más a la vida: si Jobs o Bill Gates.
Bueno, ¿alguien me puede explicar qué le pasa al (ya no tan) genio hindi de M. Night Shyamalan? ¿Fue un 'One Hit Wonder' acaso?
[Creo que su colega Tarsem Singh, está demostrando más talento visual y narrativo. Véase "The Cell", "The Fall" & "Mirror, Mirror"]
Aunque en "Devil" ('La Reunión del Diablo') que más bien debió llamarse "Débil", se le acredita como productor y generador de la "idea original", la verdad es que hasta esta película puede considerarse en el mejor de los casos, un homenaje a la novela "10 Negritos" de Agatha Christie.
No revelaré trama; pero para mí, hubiera sido mejor que al final descubriéramos que en realidad los cinco personajes atrapados en el elevador juntaran sus manos, se colocaran en las respectivas puntas del dichoso símbolo pentagramático y desaparecieran sin dejar rastro alguno.
Por cierto, creo que visualmente el anuncio de los 'Doritos Diablo' es más atractivo que "Devil"...