domingo, 15 de agosto de 2010

Dan Brown: O la erudición melodramática

He tenido la oportunidad de leer dos de las más populares obras de Mr. Dan Brown: “El Código Da Vinci” y “Ángeles y Demonios”, de igual forma, me ha tocado ver las respectivas adaptaciones a la pantalla, de la mano del director Ron Howard y el guión de Akiva Goldsman.

Supongo que la mayoría de los seguidores de las aventuras de “Robert Langdon”, estarán más que complacidos en ver al ya sobre‑expuesto (aunque siempre versátil) Tom Hanks, en el papel de su profesor universitario favorito.

Generalmente, las versiones cinematográficas siempre se perciben como un simple ejercicio de ilustración del material literario del que se originan. En el caso de “El Código…” el paso del libro a la pantalla fue limpio, bastante apegado a la trama original y sintético (como deberían ser las adaptaciones que se precien de serlo).

Sin embargo, al parecer el Sr. Brown tiene mucha mayor habilidad para explicarnos temas esotéricos o de ciencia de vanguardia, que para desarrollar personajes que vayan más allá de la simple caricatura unidimensional. Sin demeritar el previo trabajo de investigación bibliotecaria que se intuye al leer sus novelas, hay que observar que no sucede lo mismo en el desarrollo creativo, propiamente dicho.

Tanto en “El Código Da Vinci” como “Ángeles & Demonios”, se nota la plantilla literaria (o el cartabón novelesco, por llamarlo de alguna forma) con la que se va dando forma tanto a la trama como a los personajes de la novela en cuestión. Es un procedimiento similar al de las novelas del agente 007 “James Bond”, creado por Ian Fleming; sólo que en este caso el misterio a resolver requiere más erudición y astucia por parte del héroe que de su audacia y sex-appeal. Lo mismo ocurre con los villanos en el caso de ambos autores: tanto en una serie como en la otra, los antagónicos sufren de alguna discapacidad, ya sea física, mental (o ambas).

*POLÍTICAMENTE INCORRECTO versus CORRECTO*

Resulta curioso que en la época actual donde se procura evitar el uso de términos ofensivos al referirse a las minorías étnicas (cayendo en el abuso de hipócritas eufemismos) los malvados en las novelas de Dan Brown sean presentados bajo una luz poco halagadora, cuando no cayendo en estereotipos dignos de una agenda tendenciosa, sospechosamente conservadora.

En sus libros aparecen una serie de villanos o sospechosos de serlo, que o son albinos y usan hábito de monjes, son paralíticos, están atados a una ultramoderna silla de ruedas o son árabes desquiciados que fuman hachís y se convierten en asesinos seriales de hermosas mujeres occidentales.

Lo anterior se hace demasiado obvio en el caso de “Ángeles y Demonios”, la primer novela de la saga Langdon (aunque en la adaptación cinematográfica se las arreglaron para que esta aventura apareciera como secuela de “El Código Da Vinci”). Afortunadamente, Akiva Goldsman (guionista de las versiones en pantalla) tuvo la gentileza de limar esas asperezas y replantear (o de plano eliminar) a los personajes que, de haberse mantenido apegado al original, habrían generado con seguridad una serie de protestas por racismo, pues las minorías étnicas retratadas por Mr. Dan Brown dejan muy claro los prejuicios de una élite supuestamente intelectual, pero con un tono supremacista que de sutil no tiene nada. Recordemos que el personaje de Langdon supuestamente da clases en Harvard, una de las universidades de la élite norteamericana.

Curiosamente (a diferencia de una aventura típica del 007) en ambas adaptaciones, se suprimieron los escarceos amorosos del protagonista; espero que no haya sido porque en las novelas originales, las “Chicas Langdon” no eran WASP (White Anglo-Saxon Protestant / Blanca, Anglosajona y Protestante); en “El Código…” la protagonista era francesa (interpretada en la pantalla por Audrey Tautou; sí, por la mismísima “Amelie”); en tanto que en “Ángeles…” su comparsa era de origen italiano (la reconocida actriz Ayelet Zurer, originaria de Israel). ¡Caray, si para pretextos de escenas eróticas y uso de estereotipos se trata…! ¿Por qué disimular los atributos de estas bellezas en la versión para la pantalla?. ¿Los productores de la cinta tenían miedo de provocar una revuelta feminista?

Lo admito, leer las historias de Dan Brown es como dar un paseo intelectual en montaña rusa; pero hay algunos sobresaltos en el camino que me hacen pensar que se dejaron flojos (a propósito) algunos tornillos, como una perfecta estrategia de mercadotecnia para dar algo de qué hablar o por el qué protestar. Y al ver las adaptaciones cinematográficas, se percibe el proceso de edulcoración de la trama.



El melodramático final de ambas narraciones, podría interpretarse como un simple guiño al lector de que a fin de cuentas, estas historias no deberían tomarse tan en serio como algunos de nosotros lo hacemos. Seré más cauteloso al leer la siguiente novela de la saga: “El Símbolo Perdido”.



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