lunes, 18 de octubre de 2010


DAN BROWN. “EL SÍMBOLO PERDIDO”.

Siempre he admirado la capacidad de Mr. Brown para combinar el detalle de sus investigaciones hemero-biblio-gráficas con la capacidad para construir una trama de suspenso e intriga. Cada vez que termino uno de sus libros, me deja la didáctica sensación de haber aprendido algo nuevo. Sin embargo, otra vez me deja mal sabor de boca, porque a pesar de su evidente erudición, no puede negar su esquema mental totalmente anglosajón.

En la crítica que hacía a uno de sus libros anteriores (“Ángeles y Demonios”, el primero de la “saga Langdon”), le reprochaba abusar del cliché “árabe = malvado asesino” para uno de sus antagonistas; y me preguntaba que nuevo grupo étnico elegiría ahora para su villano en “Símbolo Perdido”.


Ahora se inventó un enloquecido místico, tatuado literalmente en todo el cuerpo, súper musculoso (y aparte, castrati) llamado “Mal'akh”. Tengo la malsana curiosidad de ver cómo resuelven visualmente al personaje de Malak, ya que literalmente se la pasa en taparrabos de un lado a otro durante la última tercera parte del libro, con una daga antiquísima en mano.

Pista: en el Viejo Testamento, Dios pone a prueba la fe de Abraham y le pide que sacrifique a su primogénito. La forma en que Dan Brown se aprovecha de este pasaje de la Biblia y le da retorcidas vueltas de tuerca para llevarnos a uno de los golpes dramáticos más “impactantes” de la novela, sí es algo digno de admirarse.


Desafortunadamente, voy a confesarles que a la mitad de la lectura, ya había deducido hacia dónde iba la trama… y acerté. Es lo malo de trabajar tanto en telenovelas: inmediatamente salta a la vista que Dan Brown es el más digno representante de la erudición del guía de una galería de arte, aplicada al melodrama más básico y esquemático.

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Por ahí aparece una agente de la CIA, Satto; una mujer asiática tan amargada y seca que cumple a la perfección su papel de “voz de la conciencia”. Un personaje que podría estar inspirado en cualquier Manga Japonés de terror.

He aquí el estereotipo que faltaba en la galería de villanos de Mr. Brown. Para hacer más grotesco al personaje, Dan Brown le crea un pasado donde Satto padeció cáncer pulmonar, del que salvó la vida, pero no las cuerdas vocales; así que le toca usar un pequeño micrófono con altavoz portátil, cual villano de James Bond o de película de David Lynch.

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Y yo que me quejaba de que el filme “Día de la Independencia” (ID4) giraba en torno al 4 de julio…

Aunque en esta ocasión, Dan Brown mejoró un poco el trazo de sus personajes, realmente me decepcionó la (no tan) sutil apología que hace del “Destino Manifiesto” estadounidense, y de su ardua labor de convencimiento para persuadirnos del porqué E.U.A. es y debe ser, el imperio más capacitado para convertirse en el renacimiento espiritual (léase “policía de las conciencias”) del planeta.



Este libro es uno de los textos más anglo centristas que he leído. Dicho sea de paso, el Sr. Brown nos va explicando poco a poco (casi llevados “de la manita”), porqué la Masonería, a pesar de ser una sociedad secreta infiltrada en los círculosmás íntimos del poder (según cuenta la leyenda urbana), no es ni mala, ni perversa… sólo es un poco excéntrica, pero de buenas intenciones.

Lo chusco: Dan Brown incluye un masón afro-americano del Grado… ah, no lo recuerdo, pero era de los meros meros importantes. Pa’ que vean que los Masones no son racistas, ¿eh? Va a ser interesante observar si conservan este personaje como tal en la versión fílmica o le cambian el tono de piel.

Debo reconocer que sí hay un espacio para el debate entre diversas ideologías, encarnadas por los distintos personajes; pero esa sutileza con la que Brown intercala sus mensajes Pro Norteamérica, es lo que me asusta.


CONCLUSIÓN

Quiero creer que, al ver tanto talento “desperdiciado”, hubo algún jugoso cheque de por medio por parte de la administración estadounidense, para romper el mito de que los Estados Unidos no tiene una cultura propia; ahora resulta que sí la tiene, y que además proviene de la filosofía de los “Padres Fundadores” de la nación norteamericana; el problema es que, en el devenir histórico, se le había olvidado al pueblo norteamericano; pero no se preocupen, que Robert Langdon está aquí para darle ese sentido de arraigo cultural al gringo promedio.

Dicho sea de paso, y esto es lo importante, Brown omite la teoría del “caldero cultural” (melting pot) y jamás menciona las raíces aportadas por sus pueblos indígenas (mejor conocidos con el despectivo mote de “apaches”) que habitaban el territorio, previo a la llegada de los colonizadores ingleses.

En fin, le daré el beneficio de la duda a “Símbolo Perdido”; creo que como autor, Dan Brown trata de hacernos llegar un mensaje lleno de esperanza mística y de reencuentro del ser humano con lo divino… lo malo es que también hay un viejo y conocido refrán que dice: “el camino al infierno, está empedrado por las buenas intenciones” (especialmente si ese camino pasa por la Ruta 66).

domingo, 17 de octubre de 2010

¿Por qué es tan difícil ser frívolo...?



¿Qué no sabes lo difícil que es ser... frívolo?

Hoy me di cuenta que no puedes jugar a hacerte el "pensador analítico y profundamente intelectual" 24/7 los 365 días del año. Es muy cansado y terminas tomando ansiolíticos, porque no puedes evitar esa sensación ominosa que te dejan los documentales del Discovery y del NatGeo sobre todos los escenarios catastróficos planetarios que nos esperan a la vuelta de la esquina.

Por eso, mejor hoy voy a contar una experiencia propia, vivida hace pocas semanas en los lindos jardines del zócalo de Coyoacán: Estaba sentadito, leyendo "Twilight", y entonces se me acercan un par de "reporteros" de MVS. Me preguntan si me interesa participar en una encuesta sobre el mundo del modelaje. Desafortunadamente, mis ansias de fama y aparecer en la pantalla chica se impusieron y accedí a ser "entrevistado".

Pregunta 1: ¿Crees que el mundo del modelaje es superficial? (nótese que la pregunta ya trae una respuesta implícita, y dado lo tendencioso de la pregunta decidí contestar tratando de romper el cliché que ya me estaban tratando de inculcar).

Respuesta mía: "Para nada, yo tengo amigos en ese ambiente y muchas veces me los encuentro en las galerías de arte contemporáneo, y a veces discutimos sobre los aportes literarios de Guadalupe Loaeza y Ángeles Mastretta."

Pregunta 2: ¿Crees que las/los modelos son felices? (otra vez la respuesta implícita en la pregunta, esto me empieza a molestar... así que decido lanzar una respuesta un poco más agresiva).

Respuesta mía: "Pues, mira… te diré, por lo que me han contado mis conocidos, en el modelaje se vive bajo mucha presión, siempre tienen que ser perfectos, viajan de un lugar a otro, sufren jet-lags… yo creo que eso explica que algunas modelos terminen colgándose de la lámpara con una bufanda de seda o aventándose por los balcones de un hotel del 5 estrellas; pero esas son sólo excepciones a la regla, y yo pienso que la gente de las pasarelas es realmente feliz."

(Aquí el reportero se da cuenta que no le estoy respondiendo como él quisiera, así que afila sus garras y me lanza la última pregunta, con toda la mala leche del mundo):

Pregunta 3: "¿Y tú, nunca has pensado en ser modelo?".(Aquí hacemos Big-Close Up al rostro mío, con cara de pe… rplejo; ¡ésta no me la esperaba!) Primero pensé en arrojarles el libro de "Glamorama" a la cabeza (que es un ladrillote), pero al final solo dije...

Respuesta mía: "En la próxima vida, tal vez.".

Lo que en realidad quería decirles a los reporteros de "Lo que No Sabías de..." es que según Mr. Easton Ellis, el autor de “Glamorama” (y “Psicópata Americano”) los modelos serían los perfectos terroristas: viajan por todo el mundo, la mayoría caemos bajo sus encantos eróticos, nadie sospecharía de ellos y lo mejor de todo: "sólo están programados para obedecer órdenes".

Por cierto, ya que estamos en modo frivolidad, les recomiendo la película de “Zoolander” que hasta parece inspirada en el libro de “Glamorama”. Se rumora que el autor de “Psicópata Americano” quería demandar a Ben Stiller por plagio.

Cito textualmente del www.imdb.com: “Bret Easton Ellis, author of the 1998 book Glamorama, about a dimwitted male model who finds himself embroiled in a terrorist ring with roots in the fashion industry, sued Ben Stiller following the release of Zoolander (2001), citing copyright infringement. The case was later settled out of court.”


Mientras tanto, espero que en la próxima vida me den la oportunidad de ser bello, hermoso, apuesto, más alto, con una gran personalidad, … y con más valor para decir “no” cada vez que se me acerque un seudo-periodista para sondear mi opinión sobre temas en los que no estoy familiarizado.


domingo, 10 de octubre de 2010


Genoma, de Matt Ridley.

Esta obra de divulgación científica tiene como título alternativo "La Autobiografía de una especie en 23 capítulos"; en alusión a los 23 pares de cromosomas que posee un individuo normal de la especie humana. Se entiende que la intención del autor de este libro, el zoólogo Matt Ridley, es dar a conocer las implicaciones más importantes generadas por el mapeo genético de nuestra especie.

El método didáctico empleado por el autor consiste en asociar a cada par de cromosomas un concepto "filosófico" o "cotidiano" relacionado con la característica que comanda un gen específico perteneciente a dicho par de cromosomas; entre algunos de los capítulos que podemos encontrar, tenemos "vida", "destino", "instinto", "sexo", "muerte" entre otros.

Por cierto, el libro carece de ilustraciones o dibujos alusivos al tema (ni siquiera aparece el típico modelo de la doble hélice de la cadena de ADN), lo cual es comprensible porque se supone que este libro va dirigido a lectores con ciertos antecedentes generales en el tema y no es para principiantes.

Obviamente, el hecho de que sólo se encuentre texto, es porque se trata de una disquisición que parte de fenómenos naturales (la herencia), pasa por teorías científicas (la genética) y termina en reflexiones filosóficas sobre la ontología del ser humano.

DESTINO: ¿Se habrá inspirado "House M.D." en este libro para el personaje de la doctora "13"?

En el capítulo llamado "Destino", se habla sobre una enfermedad genética (degenerativa, y hereditaria) del sistema nervioso llamado Corea de Huntington, ahora detectable mediante una prueba sanguínea; uno de los pasajes que me llamó la atención fue el de una mujer (cuya madre murió de esta terrible enfermedad), la cual se mandó hacer los análisis correspondientes para saber si también sería víctima de este padecimiento; el punto es que ella declaró que se suicidaría en caso de que el resultado fuera positivo, pues preferiría morir por su propia mano antes que soportar la agonía de un padecimiento tan atroz.

Lo anterior planteó un problema ético para el doctor que le entregaría los análisis a la paciente,
pues la hermana de ésta lo había prevenido sobre las intenciones de la mujer.

Este es un ejemplo de cómo la ciencia ahora puede ayudarnos a conocer (en parte) lo que nos depara nuestro destino individual, pero también nos muestra las responsabilidades implícitas de dicho conocimiento. ¿Estaremos preparados para asumir esa carga existencial?

INTELIGENCIA: En el capítulo de "Inteligencia", se debate si ésta es heredada o adquirida, así como se desmitifica la supuesta veracidad de las pruebas estandarizadas para medir el coeficiente intelectual, pues aunque se sabía que aunque dichos test tenían un sesgo cultural, este hecho no se había querido reconocer.

La propuesta del autor de Genoma es que tanto la herencia como el ambiente tienen influencia en la conformación de la personalidad de una persona; de hecho, esta relación causa-efecto se da en ambos sentidos, pues así como los genes proporcionan un bagaje concreto de características a expresarse en el individuo, también el ambiente puede determinar que genes se expresan y cuales no, conforme la persona se va desarrollando. A su vez, los genes responden a los estímulos del medio ambiente, en un mecanismo de retroalimentación.

Para mí, es obvio que en el caso particular de la inteligencia abstracta, aunque una persona tenga una gran capacidad para resolver problemas matemáticos, si no recibe la alimentación adecuada durante el periodo más crucial para el desarrollo de su cerebro, esta capacidad no se manifestará; si no, que le pregunten a los Einsteins y Shakespeares en potencia que se están muriendo de inanición en África.




COMENTARIOS.

De la lectura, se puede inferir que hay un subtexto filosófico que apoya el determinismo biológico-social, aunque en el último capítulo el autor del libro trata de demostrarnos que esa no es su intención, por lo que distingue entre los conceptos "determinismo" y "fatalismo". Sin embargo, el razonamiento del "La Tenaza de Hume" siempre está presente:

LA TENAZA DE HUME: "O bien nuestras acciones están determinadas (en cuyo caso no somos responsables de ellas), o bien son el resultado de acontecimientos fortuitos (en cuyo caso tampoco somos responsables de ellas)."

El autor cierra el libro con la siguiente reflexión : "Si queremos creer en la libertad, entonces es preferible estar determinados por fuerzas que se originan en nosotros mismos [determinismo genético] y no en otros [determinismo social]."

A partir de este comentario, yo creo que el conjunto de descubrimientos realizados por el proyecto Genoma ya pueden irse incluyendo en la sabiduría a la que alude la sentencia socrática ‘conócete a ti mismo’.

REFLEXIONES FINALES

En nuestra época actual, donde los conceptos que la ciencia utiliza para referirse a sus objetos particulares de estudio se filtran hacia otras capas de la vida en sociedad, donde la tecnología (consecuencia de la actividad científica) parece invadir cada vez más nuestra vida cotidiana, pareciera que el ánimo reduccionista-mecanicista cobra un nuevo impulso.

Al parecer nuestra "compleja" existencia puede ser explicada por un número concreto de variables (a saber, los cuatro aminoácidos que forman la cadena del ADN: la adenina, la guanina, la citosina, y la timina) que al colocarse en un determinado orden combinatorio (el código genético), provocan lo que en la teoría del caos se denomina una "interacción tercer grado" o que tienen su símil en las llamadas "condiciones iniciales" de una ecuación diferencial; es decir, un mínimo y sutil cambio en los valores de estas condiciones provocan resultados completamente diferentes.

Por otro lado, está la tendencia que tiene el conocimiento científico de ir absorbiendo lo que por tradición se considerara del ámbito de las humanidades: por ejemplo, el fenómeno llamado "amor" en manos de la biología se reduce a las interacciones químico-eléctricas en el cerebro en una relación estímulo respuesta con el medio ambiente.

Es decir, temas como "libre albedrío", "inmortalidad", y "egoísmo" ya no son temas exclusivos para filósofos, sino también son materia intelectual para los biólogos moleculares.

¿Dónde termina la "interpretación científica" del hecho y donde comienza la "especulación filosófica" a partir de dicha interpretación científica?

¿Cómo es posible que un científico abandone la torre de marfil de su laboratorio para venir darnos un discurso sobre el libre albedrío del ser humano?

Tal vez esto sea la señal de un anti renacimiento, porque la ciencia nos está devolviendo una imagen mecanicista de nosotros mismos y de nuestro insignificante lugar en el universo
, pues los recientes descubrimientos biológicos nos están permitiendo auto conocernos sin necesidad de recurrir a tesis rebuscadas (recuérdese la Navaja de Occam, que de buenas a primeras rasuraría toda la teoría Freudiana).

Tal vez así de una vez por todas descubramos que las respuestas a las preguntas trascendentales que todos los seres pensantes nos hacemos son más sencillas de lo que suponíamos… aunque tal vez dichas respuestas no sean tan antropocéntricas como hubiéramos deseado, y no concuerden con nuestra visión teleológica de las cosas.

CONCLUSIÓN
. Con la lectura de esta obra, queda claro que la divulgación científica va más allá de la simple difusión de información perteneciente a una teoría, pues en el momento mismo de la ejecución de dicho acto de comunicación se van infiltrando supuestos filosóficos de carácter meta-científico.

En el libro analizado, el autor asume con plena conciencia el uso de dichos supuestos, los hace visibles, y acepta la polémica que el tema provoca… asunto que no siempre sucede en otros libros de divulgación, que quieren hacerse pasar como transmisores de un conocimiento "científicamente comprobado", y por ello, completamente verdadero y objetivo.

BIBLIOGRAFÍA
: Ridley, M. Genoma, la autobiografía de una especie en 23 capítulos. Ed. Grupo Santillana; México, 2000. 388 páginas.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Sobre la objetividad de la imagen en la época de la manipulación digital.




Un viejo adagio popular pregona que “una imagen vale más que mil palabras”, y probablemente sea cierto. Esta expresión tiene su origen en los ideogramas del Lejano Oriente, donde efectivamente, el lenguaje escrito está estructurado para transmitir visualmente, en un solo golpe de vista, un determinado concepto (en contraste con nuestra lectura‑escritura, que es lineal y secuencial).

Sin embargo, el dicho anterior, representativo de la “sabiduría cotidiana”, también se ha aplicado ingenuamente: en particular al hecho fotográfico, y en general a la presencia del fenómeno de la imagen. ¿Cuántas veces no hemos caído en la trampa de la pipa plasmada por Maggrite, que desde el lienzo nos advierte “Esto NO es una Pipa”?

Es decir: lo que está pintado es la representación iconográfica de un objeto, no el objeto en sí mismo ¿Cuántas veces hablamos, por convención, por comodidad, o por ingenuidad, sobre la “realidad” de la imagen impresa de un objeto, confundiéndola con el objeto mismo? Nótese que esta amonestación proviene de la pintura, no del ámbito de la fotografía.

De ahí ya sólo se necesita un pequeño brinco conceptual para identificar a la imagen impresa (o proyectada, en el caso del cine) con la objetividad, con la verosimilitud de los objetos. De ahí que ciertos reporteros gráficos, y varios lectores, empiecen a creer que las fotos que “ilustran” la noticia escrita, son más verosímiles que el texto que las “explica”; porque de lo escrito, siempre sospechamos de la—intencional o no—subjetividad e interpretación del autor.

¿Pero quién podría dudar de la objetividad del ojo de la cámara, que no recurre más que a la aplicación de un fenómeno lumínico-químico?

Después de ver las “maravillas visuales” de la película Forrest Gump, dirigida por R. Zemekis, uno comienza a caer en cuenta de la trampa cognoscitiva que la imagen fotográfica plantea. Si el actor Tom Hanks puede platicar con el otrora presidente Richard Nixon, o si el popular cantante mexicano Manuel Mijares puede hacer un dueto con el fallecido ídolo Pedro Infante, ¿cómo diantres se podrá ahora confiar en los registros visuales‑documentales como hechos inobjetables y libres de la contaminación autoral?

Si la foto de una actriz en edad madura puede ser maquillada digitalmente para disimular (o exagerar) el paso del tiempo, ¿dónde queda la supuesta credibilidad de la imagen impresa? Cuidado, éste es un síntoma de que los los signos andan sueltos, y se andan aparejando unos con otros, haciéndonos creer que somos los dueños de la situación.

¿Quién nos asegura que los arqueólogos del futuro no interpretarán de manera errónea las supuestas evidencias visuales que encontrarían en una lata de la película de “Forrest Gump”? ¿Quién nos asegura que la etiqueta de ficción no se despegará del carrete en algún momento, pasando a ser este filme, por accidente u omisión, un documental de época o una biografía fidedigna para las generaciones posteriores?

Tanto un buen fotógrafo como un camarógrafo de mediana experiencia, saben que la construcción de la imagen posee una serie de artificios que (implícita o explícitamente), le van dando forma al mensaje visual: desde el encuadre, que abstrae una parcela de la realidad para ser capturada; o el ángulo de la toma, que aumenta o disminuye el grado de importancia del retratado; así como el tipo la iluminación, etc., los cuales son pasos previos a la captura de la imagen. Y ahora podemos agregar a lo anterior la serie de efectos posteriores al revelado de la misma, mediante la manipulación digital.

Los artistas y artesanos de la imagen recibirán con albricias estas nuevas tecnologías, pues (aquellos que puedan pagar o piratearse estos programas informáticos) podrán tener un abanico más amplio en su paleta de expresión; pero, ¿quién nos dice que dichos avances tecnológicos se usarán siempre con fines éticos, moralmente aceptables? ¿Recuerdan la película “Wag the Dog”?

Orwell, en su distopia futurista “1984”, nos plantea un mundo que está “reescribiendo su pasado”, de una manera acorde a los intereses de los individuos que detentan el poder en ese momento.

Bueno, pues, bienvenidos a una era donde podemos grabarnos a nosotros mismos platicando con nuestro personaje favorito del cine (siempre y cuando encontremos el segmento apropiado para insertar nuestra presencia) y donde podemos colocar nuestros rostros besando la foto de nuestra(o) modelo favorita(o), o suplantar con nuestro rostro el cuerpo de aquella persona que siempre criticamos por ser “superficial”, pero que en el fondo siempre envidiamos por el perfecto cuerpo que tiene... Únicamente es cuestión de convencer a nuestra celebridad favorita para que se deje “capturar”, con la pose adecuada, en una foto con la super cámara digital que acabamos de adquirir.

Sólo esperemos que conservemos en algún lugar recóndito de la mente, el recuerdo o la conciencia de la falsedad de tales imágenes… porque si no, terminaremos por volvernos víctimas de nuestras propias mentiras, atribuyéndoles a esas engañosas imágenes un sentido de objetividad que nunca tuvieron.

jueves, 2 de septiembre de 2010



Algunos fueron Marcos… otros se volvieron Narcos, ¡pero casi todos somos Nacos! (o sea, ¿no?)


¿Y si (Groucho) Marx hubiera salido en un talk show…? Tradicionalmente se entiende que parte de las funciones sociales de los medios masivos de comunicación, en particular la televisión, es reproducir la ideología dominante; es decir, se mantiene el status quo mediante la difusión de aquellos mensajes que convienen a los dueños de los medios de producción y del capital.

Un caso particular representa la relación de la televisión con la figura del indígena, tanto en su aparición en los noticieros (el mundo real) como en su representación en las telenovelas (el mundo de la ficción).

“Simplemente…” Comencemos por la representación del indígena en las historias de ficción. En particular, nos referiremos a las telenovelas: generalmente se maneja una protagonista femenina, llena de virtudes; pero ingenua acerca de la maldad que impera en las grandes urbes).

Es decir, se plantea un mundo dual de valores donde a lo rural se la asocia el concepto de “buen salvaje en armonía con la naturaleza” y a lo citadino el concepto de lo “corrupto pero civilizado”. De la interacción entre estos dos mundos surge el conflicto que se desarrollará a lo largo de 180 capítulos de media hora.

Durante esas 90 horas de transmisión la protagonista femenina:

a) perderá la virginidad a manos de un citadino canalla, tendrá a su hijo,

b) se sobrepondrá a las vicisitudes para triunfar sobre el sistema, asimilándose a él y utilizando los recursos que éste le ofrece, pero

c) sin perder nunca la bondad esencial que la protagonista siempre mantuvo, a pesar de todo.

d) cuando ella regresa a su pueblo natal, ya es una señora de la gran ciudad, generalmente con buenos ingresos, y que viene a rescatar a sus parientes del atraso en que se encuentran.

Mensaje moral del sistema ideológico: Ser indígena y ser mujer es bueno, siempre y cuando no salga de su lugar de origen; en caso de que quiera salir de éste para integrarse a la vida de la ciudad, deberá modificar su conducta y adaptarse al sistema, que la recompensará en caso de que acepte renunciar a su identidad indígena.

“Ya no vengan para acá…” A la contraparte, la indígena masculina, no le va tan bien; para empezar, en su llegada a la ciudad, generalmente su ignorancia no es una virtud, es desventaja porque casi siempre es bienvenido por una banda de malhechores que lo despoja de sus pocas pertenencias.

De ahí comienza a caer en una espiral de vicio y corrupción, que irá despojándolo de su dignidad, pues como “buen salvaje” encontrará en el alcohol y el machismo la fuga a su desesperante situación, sin tener una oportunidad de encontrar un buen trabajo debido a que desconoce el lenguaje y los códigos sociales de los citadinos mestizos.

Si llega a sobrevivir a estas experiencias, nuestro personaje no tendrá otra que regresar a su lugar de origen, derrotado y con mayores problemas de los que originalmente tenía desde antes de abandonar su terruño.

Mensaje moral del sistema ideológico: Ser indígena y hombre es bueno, siempre y cuando no salga de su lugar de origen; en caso de que salga, su ignorancia será la maldición que provocará su caída del sistema, condenándolo a ser un marginado social o a terminar de narcotraficante; a menos que comience a superarse y renuncie a su condición de “atrasado”, a través del estudio y los cursos de capacitación.

¡O sea wey, esto es de Nacos! Sin embargo, en el manejo en los medios sobre la realidad del “el asunto indígena” se han cometido dos errores conceptuales:

El primero, se ha hecho del indio una abstracción ontológica que aglutina por igual a las 52 etnias reconocidas, sin reconocer las diferencias entre ellas.

El segundo error es colocar a “lo indígena” en una condición de otredad existencial, porque nuestros intelectuales orgánicos se sienten más cómodos al seguir manejando conceptualmente a los indígenas como “los otros”, que representan la esencia perdida por el mexicano mestizo, que está muy ocupado tratando de progresar en el (o de sobrevivir al) sistema neoliberal.

Al parecer, la solución más viable (para la ideología dominante) será colocar a nuestros amados indígenas en reservaciones similares a las naturales, para que ellos puedan seguir disfrutando de su condición de “buen salvaje”, y nosotros podamos ir a verlos a sus comunidades con el mismo ánimo de conocer las plantas exóticas que habitan en los invernaderos.

Si al menos les proporcionáramos en dichas reservaciones un modo digno de vida, agua potable, electricidad y muchos televisores LCD para que pudieran ver la telenovela...

¿Basta de simulaciones? El sociólogo Jean Baudrillard encontraría en las situaciones descritas anteriormente, elementos más que suficientes para desternillarse de risa, y luego se pondría a escribir un nuevo libro sobre nuestro sistema lleno de “Simulaciones Mediáticas”: Hacemos como que lo indígena puede ser preservado como tal, cual pieza museológica viviente.

El problema de la representación mediática, es el uso y abuso de los estereotipos, y no sólo es aplicable al caso de los indígenas, sino también al sector de los afroamericanos, judíos, musulmanes, homosexuales, rockeros… y los científicos; en cada uno de estos casos, las minorías de la sociedad son reducidas a caricaturas, dado su carácter de cuestionadores del sistema. De esta manera, se les resta poder contestatario al difundir masivamente una imagen superficial y ridícula de los sectores antes mencionados.

El quid de la cuestión es, ¿hasta dónde puede llegar el sistema mediático a modificar sus actitudes, sin a su vez cuestionar al sistema ideológico, de tal forma que no provoque la destrucción de ambos?

viernes, 27 de agosto de 2010

¿Por qué las telenovelas sí son una obra de arte?

Dice Aristóteles, en La Poética, que la dramaturgia es el arte de la representación de un suceso, que tiene la finalidad de provocar compasión y terror por el destino final del protagonista de la historia que se está contando.

En la actualidad, mediante los medios masivos de comunicación, el objetivo se ha cumplido más allá de lo que el filósofo pudiera imaginar, pues ya no se conmueve y atemoriza a unos pocos cientos de espectadores que presenciaban la puesta en escena del Edipo Rey (que tuvo la mala fortuna de matar a su padre y desposar a su madre), sino que se masajean los corazones de millones de televidentes en todo el planeta y en el mismo instante

Es en esta era de la reproducibilidad digital, sin pérdida alguna de la calidad de la copia, que el carácter único e irrepetible de la obra estética ha dejado de ser parte de la esencia del arte mismo.

Así que bajo el criterio anterior no podemos expulsar a los melodramas televisivos de la categoría “arte”, pues su producción en serie rivaliza y supera con creces a las latas de sopa Campbell’s que pintara Andy Warhol.

Es más, un sólo capítulo de cualquier telenovela, en sus 52 minutos al aire, genera en su conjunto una respuesta emocional mucho más intensa que el total de las experiencias estéticas asociadas al conjunto de todas las pinturas de todos los artistas reconocidos como tales, a lo largo de la historia.

Se dice que la obra de arte es una apertura al ser, a la esencia de la existencia… y las telenovelas lo hacen. Cada día, frente al aparato televisor, millones de amas de casa, en compañía de sus maridos podrán dar rienda suelta a las tensiones acumuladas y no expresadas durante la jornada diurna, y entonces vivirán en carne propia la apertura a un modo de vida, a un conjunto de pasiones sin final.

El arte nos lleva a lugares que nunca habíamos conocido, y las teleseries nos llevan a adentrarnos a mundos en los que probablemente nunca pondremos un pie, simplemente, porque representan un universo maniqueo, mucho más sencillo y comprensible que el mundo cotidiano en el que estamos inmersos.


Aquí es donde entra la teoría de las simulaciones de Jean Baudrillard, pues desde su óptica, los culebrones televisivos nos llevan a un mundo más apasionado que la pasión misma, donde lo que se presenta de manera pornográfica, sin inhibiciones, son los propios sentimientos (lo que a su vez nos resguarda y preserva de las amenazas emocionales del mundo cotidiano)…

Así, mediante un haz de electrones que se estrellan en una pantalla fluorescente, somos presa de los signos emocionalmente cargados que el medio masivo nos envía; y aunque reneguemos de este tipo de programación televisiva, probablemente todos seamos cómplices de ésta, porque parafraseando a Baudrillard, “la desdicha de los otros es nuestro campo de aventuras, en el nuevo orden sentimental”.

domingo, 15 de agosto de 2010

Dan Brown: O la erudición melodramática

He tenido la oportunidad de leer dos de las más populares obras de Mr. Dan Brown: “El Código Da Vinci” y “Ángeles y Demonios”, de igual forma, me ha tocado ver las respectivas adaptaciones a la pantalla, de la mano del director Ron Howard y el guión de Akiva Goldsman.

Supongo que la mayoría de los seguidores de las aventuras de “Robert Langdon”, estarán más que complacidos en ver al ya sobre‑expuesto (aunque siempre versátil) Tom Hanks, en el papel de su profesor universitario favorito.

Generalmente, las versiones cinematográficas siempre se perciben como un simple ejercicio de ilustración del material literario del que se originan. En el caso de “El Código…” el paso del libro a la pantalla fue limpio, bastante apegado a la trama original y sintético (como deberían ser las adaptaciones que se precien de serlo).

Sin embargo, al parecer el Sr. Brown tiene mucha mayor habilidad para explicarnos temas esotéricos o de ciencia de vanguardia, que para desarrollar personajes que vayan más allá de la simple caricatura unidimensional. Sin demeritar el previo trabajo de investigación bibliotecaria que se intuye al leer sus novelas, hay que observar que no sucede lo mismo en el desarrollo creativo, propiamente dicho.

Tanto en “El Código Da Vinci” como “Ángeles & Demonios”, se nota la plantilla literaria (o el cartabón novelesco, por llamarlo de alguna forma) con la que se va dando forma tanto a la trama como a los personajes de la novela en cuestión. Es un procedimiento similar al de las novelas del agente 007 “James Bond”, creado por Ian Fleming; sólo que en este caso el misterio a resolver requiere más erudición y astucia por parte del héroe que de su audacia y sex-appeal. Lo mismo ocurre con los villanos en el caso de ambos autores: tanto en una serie como en la otra, los antagónicos sufren de alguna discapacidad, ya sea física, mental (o ambas).

*POLÍTICAMENTE INCORRECTO versus CORRECTO*

Resulta curioso que en la época actual donde se procura evitar el uso de términos ofensivos al referirse a las minorías étnicas (cayendo en el abuso de hipócritas eufemismos) los malvados en las novelas de Dan Brown sean presentados bajo una luz poco halagadora, cuando no cayendo en estereotipos dignos de una agenda tendenciosa, sospechosamente conservadora.

En sus libros aparecen una serie de villanos o sospechosos de serlo, que o son albinos y usan hábito de monjes, son paralíticos, están atados a una ultramoderna silla de ruedas o son árabes desquiciados que fuman hachís y se convierten en asesinos seriales de hermosas mujeres occidentales.

Lo anterior se hace demasiado obvio en el caso de “Ángeles y Demonios”, la primer novela de la saga Langdon (aunque en la adaptación cinematográfica se las arreglaron para que esta aventura apareciera como secuela de “El Código Da Vinci”). Afortunadamente, Akiva Goldsman (guionista de las versiones en pantalla) tuvo la gentileza de limar esas asperezas y replantear (o de plano eliminar) a los personajes que, de haberse mantenido apegado al original, habrían generado con seguridad una serie de protestas por racismo, pues las minorías étnicas retratadas por Mr. Dan Brown dejan muy claro los prejuicios de una élite supuestamente intelectual, pero con un tono supremacista que de sutil no tiene nada. Recordemos que el personaje de Langdon supuestamente da clases en Harvard, una de las universidades de la élite norteamericana.

Curiosamente (a diferencia de una aventura típica del 007) en ambas adaptaciones, se suprimieron los escarceos amorosos del protagonista; espero que no haya sido porque en las novelas originales, las “Chicas Langdon” no eran WASP (White Anglo-Saxon Protestant / Blanca, Anglosajona y Protestante); en “El Código…” la protagonista era francesa (interpretada en la pantalla por Audrey Tautou; sí, por la mismísima “Amelie”); en tanto que en “Ángeles…” su comparsa era de origen italiano (la reconocida actriz Ayelet Zurer, originaria de Israel). ¡Caray, si para pretextos de escenas eróticas y uso de estereotipos se trata…! ¿Por qué disimular los atributos de estas bellezas en la versión para la pantalla?. ¿Los productores de la cinta tenían miedo de provocar una revuelta feminista?

Lo admito, leer las historias de Dan Brown es como dar un paseo intelectual en montaña rusa; pero hay algunos sobresaltos en el camino que me hacen pensar que se dejaron flojos (a propósito) algunos tornillos, como una perfecta estrategia de mercadotecnia para dar algo de qué hablar o por el qué protestar. Y al ver las adaptaciones cinematográficas, se percibe el proceso de edulcoración de la trama.



El melodramático final de ambas narraciones, podría interpretarse como un simple guiño al lector de que a fin de cuentas, estas historias no deberían tomarse tan en serio como algunos de nosotros lo hacemos. Seré más cauteloso al leer la siguiente novela de la saga: “El Símbolo Perdido”.



miércoles, 11 de agosto de 2010

ESPERANDO EL "AMANECER" EN EL CONSULTORIO






Mientras esperaba mi turno para acostarme en el diván de mi analista, terminé de leer “Amanecer” (Breaking Down) de Stephenie Meyer y creo que tengo un par de cosas que decir al respecto.


Mucho se ha escrito y comentado acerca de la influencia de la formación mormona de la Sra. Meyer. Es obvio el mensaje de parte de la autora a favor de la abstención sexual antes del matrimonio y del abierto rechazo al aborto (¡aunque esté en peligro la vida de la madre!). De eso ya se ha hablado en otros foros, así que pasaré al punto que realmente me frustró como lector de “Amanecer”: su resolución para llegar al final feliz, con el mínimo posible de heridos, sacrificados y muertos. Eso es lo que menos se espera de un libro perteneciente a este género literario.

Lo admito: antes de leer “Breaking Down” sólo vi la adaptación cinematográfica de las tres novelas anteriores (“Crepúsculo”, “Luna Nueva”, y “Eclipse”). Me alegro de no haber leído los textos en los que se basaron las películas mencionadas, pues en el libro cuarto (faltando ya sólo ochenta páginas para terminar) el que esto escribe percibía cómo la tensión dramática iba en aumento, esperando una resolución emocionante, épica, sangrienta y llena de vueltas de tuerca al pasar cada página… pero no fue así.

*SPOILERS AHEAD…*

Si son fans de “Twilight”, y no han leído “Breaking Down” absténganse de leer lo que sigue. Aunque la versión en español del libro se publicó en 2008 por grupo Santillana, presiento que los fans de hueso colorado ya conocen el final de la saga.

La tan esperada batalla final entre los vampiros rebeldes (y “vegetarianos”) del clan Cullen contra los poderosamente malvados Volturi, se convierte en una serie de desgastados discursos proselitistas acerca del amor enfermizo al poder, la sed de justicia y el derecho a la libertad. Sí, lo admito, hay algunos enfrentamientos físicos... pero todo es tan sutil que apenas si se percibe la acción. Todo se reduce a un enfrentamiento entre “súper poderes mentales”, a la altura de cualquier cómic de mediana calidad. O a la competencia entre dos personas de mirarse fijamente, a ver quién pestañea primero.

La decepción que producen las últimas páginas del libro se debe muy probablemente a que en el inicio se plantea a manera de premonición (mediante un par de pesadillas de Isabella) que la madre protegerá a su hija hasta las últimas consecuencias, en un sangriento combate contra el clan Volturi, pues la niña (por ser un híbrido) plantea un peligro para el secretismo con el que se han desenvuelto los vampiros a lo largo de la historia de la humanidad.

Sin embargo, las expectativas de una batalla campal, nunca se cumplen con la intensidad que se va generando en el lector a medida que se avanza en la narración. Para mí, las pesadillas-premoniciones de Isabella mientras está embarazada, no son un gancho para seguir leyendo el libro: son un miserable engaño a las expectativas del lector.

Pero bueno… Al fin y al cabo, todo sucede en el mundo creado por la Sra. Meyer, a quien hay que reconocerle el valor de haber echado por la borda (¿o mejor dicho, ignorado olímpicamente?) toda una tradición de mitos vampíricos para crear su propia mitología. Lo que no me parece es que haya dejado pasar el potencial de ciertos elementos que ella misma sembró en la trama, y que habrían hecho mucho más intenso el final de la saga: el collar que Aro regaló a Isabella, la ambición de los vampiros rumanos, y la presencia del testigo incómodo que era Charlie, en calidad de simple mortal.

*EL regalo del villano*

Poco después de que han transcurrido dos terceras partes de la historia, se siembra un elemento: un collar de oro (de textura similar a las escamas de una serpiente) que Aro, el líder Volturi, le envía de regalo a Isabella, para felicitarla por su matrimonio y reciente conversión en vampiro. Después, el collar simplemente se menciona de pasada, pero ya no tiene ninguna importancia en el desenlace de la historia.

En cualquier cuento que se respete del género fantástico, un regalo del villano (desde la manzana envenenada de Blancanieves, hasta el anillo de la trilogía de Tolkien) lleva una doble intención. El hecho de que la señora IsaBella‑Swan‑de‑Cullen llevara puesta la gargantilla al momento del enfrentamiento final me hizo creer que a una orden del villano, el collar iba a asfixiar a la protagónica, para ponerla fuera de combate (dado que nuestra heroína tiene un súper-poder que es crucial para ganar la batalla); pero no, fue un elemento dramático desperdiciado.

*UN PAR DE TRAIDORES A LA CAUSA*

En el transcurso de “Amanecer” aparecen dos personajes que tenían un potencial dramático, y que aparentaban tener importancia decisiva en el desenlace: los vampiros rumanos Vladimir y Stefan. Ellos pertenecen a un clan que fue derrotado por los Volturi siglos atrás, son una pareja que ansía con retomar el poder que detentaron. Sin embargo, cuando está a punto de producirse la batalla final, en el momento en que esperamos que se encienda la chispa que desate la masacre vampírica… ¡no pasa “nada”!

Sí, hay una victimaria que recibe su merecido, pero eso y nada más. Al final, todo se reduce a una lucha de argumentos y refutaciones entre seres superdotados, con los cuales ya no hay forma de identificarse, aterrizando en un final feliz, con un derramamiento de sangre a cuentagotas.

Una vuelta de tuerca interesante para esta historia y que le hubiera dado un clímax mucho más impactante, hubiera consistido en utilizar la ambición de poder de los vampiros rumanos para desatar una batalla campal donde “a río revuelto…”. Tan sencillo hubiera sido construir una intriga de que había alguien más, un humano que tuvo acceso al secreto de la existencia de los vampiros y los hombres lobo: el buen e inocente Charlie, el padre de Isabella.

Charlie sabía que Jacob y su clan podían transformarse en lobos, y vio a su propia hija antes y después de su transformación en inmortal. Bastaba con que Charlie, en su papel de policía del pueblo, averiguara toda la verdad y arribara en el campo de batalla, a bordo de su patrulla, justo en el momento en que se estaban tomando las decisiones de si habría o no una carnicería.

Después de la ejecución de la instigadora (la que provocó la llegada de los Volturi al pueblito de Forks) la aparición fortuita y sorpresiva del desprotegido Charlie, hubiera sido el detonante perfecto para que la tensión dramática elevara su temperatura a tal grado que una batalla a vida o muerte entre los clanes rivales fuera inevitable.

*¿VAMPIROS MESOAMERICANOS?*

Sin embargo, para ser justos, creo que fue acertado incluir una diversidad étnica de vampiros (amazonas, esquimales, egipcios, e irlandeses) conforme se iban engrosando la fila de inmortales “renegados”.

A mí, particularmente como mexicano, me llamó la atención de dos personajes que aparecen en las últimas 20 cuartillas del libro, y que además poseen información clave para el feliz desenlace de la historia. Creo que merecían haber aparecido al menos unas 100 cuartillas antes.

Me refiero a los vampiros Huilen y Nahuel (del vocablo ¿“Nahual”, tal vez?). Su llegada, desafortunadamente, aunque es sorpresiva, se siente muy deux ex machina, para que la novela concluyera con el clásico “Y fueron felices (literalmente) para siempre”.