jueves, 2 de septiembre de 2010



Algunos fueron Marcos… otros se volvieron Narcos, ¡pero casi todos somos Nacos! (o sea, ¿no?)


¿Y si (Groucho) Marx hubiera salido en un talk show…? Tradicionalmente se entiende que parte de las funciones sociales de los medios masivos de comunicación, en particular la televisión, es reproducir la ideología dominante; es decir, se mantiene el status quo mediante la difusión de aquellos mensajes que convienen a los dueños de los medios de producción y del capital.

Un caso particular representa la relación de la televisión con la figura del indígena, tanto en su aparición en los noticieros (el mundo real) como en su representación en las telenovelas (el mundo de la ficción).

“Simplemente…” Comencemos por la representación del indígena en las historias de ficción. En particular, nos referiremos a las telenovelas: generalmente se maneja una protagonista femenina, llena de virtudes; pero ingenua acerca de la maldad que impera en las grandes urbes).

Es decir, se plantea un mundo dual de valores donde a lo rural se la asocia el concepto de “buen salvaje en armonía con la naturaleza” y a lo citadino el concepto de lo “corrupto pero civilizado”. De la interacción entre estos dos mundos surge el conflicto que se desarrollará a lo largo de 180 capítulos de media hora.

Durante esas 90 horas de transmisión la protagonista femenina:

a) perderá la virginidad a manos de un citadino canalla, tendrá a su hijo,

b) se sobrepondrá a las vicisitudes para triunfar sobre el sistema, asimilándose a él y utilizando los recursos que éste le ofrece, pero

c) sin perder nunca la bondad esencial que la protagonista siempre mantuvo, a pesar de todo.

d) cuando ella regresa a su pueblo natal, ya es una señora de la gran ciudad, generalmente con buenos ingresos, y que viene a rescatar a sus parientes del atraso en que se encuentran.

Mensaje moral del sistema ideológico: Ser indígena y ser mujer es bueno, siempre y cuando no salga de su lugar de origen; en caso de que quiera salir de éste para integrarse a la vida de la ciudad, deberá modificar su conducta y adaptarse al sistema, que la recompensará en caso de que acepte renunciar a su identidad indígena.

“Ya no vengan para acá…” A la contraparte, la indígena masculina, no le va tan bien; para empezar, en su llegada a la ciudad, generalmente su ignorancia no es una virtud, es desventaja porque casi siempre es bienvenido por una banda de malhechores que lo despoja de sus pocas pertenencias.

De ahí comienza a caer en una espiral de vicio y corrupción, que irá despojándolo de su dignidad, pues como “buen salvaje” encontrará en el alcohol y el machismo la fuga a su desesperante situación, sin tener una oportunidad de encontrar un buen trabajo debido a que desconoce el lenguaje y los códigos sociales de los citadinos mestizos.

Si llega a sobrevivir a estas experiencias, nuestro personaje no tendrá otra que regresar a su lugar de origen, derrotado y con mayores problemas de los que originalmente tenía desde antes de abandonar su terruño.

Mensaje moral del sistema ideológico: Ser indígena y hombre es bueno, siempre y cuando no salga de su lugar de origen; en caso de que salga, su ignorancia será la maldición que provocará su caída del sistema, condenándolo a ser un marginado social o a terminar de narcotraficante; a menos que comience a superarse y renuncie a su condición de “atrasado”, a través del estudio y los cursos de capacitación.

¡O sea wey, esto es de Nacos! Sin embargo, en el manejo en los medios sobre la realidad del “el asunto indígena” se han cometido dos errores conceptuales:

El primero, se ha hecho del indio una abstracción ontológica que aglutina por igual a las 52 etnias reconocidas, sin reconocer las diferencias entre ellas.

El segundo error es colocar a “lo indígena” en una condición de otredad existencial, porque nuestros intelectuales orgánicos se sienten más cómodos al seguir manejando conceptualmente a los indígenas como “los otros”, que representan la esencia perdida por el mexicano mestizo, que está muy ocupado tratando de progresar en el (o de sobrevivir al) sistema neoliberal.

Al parecer, la solución más viable (para la ideología dominante) será colocar a nuestros amados indígenas en reservaciones similares a las naturales, para que ellos puedan seguir disfrutando de su condición de “buen salvaje”, y nosotros podamos ir a verlos a sus comunidades con el mismo ánimo de conocer las plantas exóticas que habitan en los invernaderos.

Si al menos les proporcionáramos en dichas reservaciones un modo digno de vida, agua potable, electricidad y muchos televisores LCD para que pudieran ver la telenovela...

¿Basta de simulaciones? El sociólogo Jean Baudrillard encontraría en las situaciones descritas anteriormente, elementos más que suficientes para desternillarse de risa, y luego se pondría a escribir un nuevo libro sobre nuestro sistema lleno de “Simulaciones Mediáticas”: Hacemos como que lo indígena puede ser preservado como tal, cual pieza museológica viviente.

El problema de la representación mediática, es el uso y abuso de los estereotipos, y no sólo es aplicable al caso de los indígenas, sino también al sector de los afroamericanos, judíos, musulmanes, homosexuales, rockeros… y los científicos; en cada uno de estos casos, las minorías de la sociedad son reducidas a caricaturas, dado su carácter de cuestionadores del sistema. De esta manera, se les resta poder contestatario al difundir masivamente una imagen superficial y ridícula de los sectores antes mencionados.

El quid de la cuestión es, ¿hasta dónde puede llegar el sistema mediático a modificar sus actitudes, sin a su vez cuestionar al sistema ideológico, de tal forma que no provoque la destrucción de ambos?

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